A poco más de un año y medio de iniciado su gobierno, Cristina Kirchner no obtuvo la respuesta popular que esperaba en su primer test electoral y la resistencia ciudadana a darle un espaldarazo a la actual gestión abre una etapa que -por ahora- tiene características impredecibles.
A partir del resultado de las urnas puede haber en la administración kirchnerista cambios de estilo o de nombres, pero nadie en el Ejecutivo se anima por el momento a adelantar cuándo sucederá.
En efecto, en esta elección Néstor Kirchner no logró el título de líder indiscutido del peronismo en ninguno de los principales distritos electorales y es previsible entonces que -tal como lo hizo luego del revés en el conflicto del campo- desaparezca de la luz pública por un tiempo hasta recomponer fuerzas.
Este paso al costado le permitirá a la presidenta recuperar la iniciativa en la gestión sin interferencias desde la residencia de Olivos.
Pero más allá de la cosmética de cambios de nombres, la expectativa está centrada en el estilo que impondrá la primer mandataria al resto de su gestión y cómo será la relación con los sectores opositores.
En la Rosada, ya se hablaba en las últimas sobre la necesidad de que el gobierno rompa el cascarón que se autoimpuso desde el 2003 y ensaye un diálogo más fluido con la oposición política, teoría ahora reforzada por el nuevo mapa que tendrá el Congreso Nacional.
En forma paralela a estos cambios de estilo, la jefa del Estado capeará el temporal con una renovación de colaboradores. En otras palabras, encarar un cambio en su gabinete.
Una de las carteras que tendrá con seguridad otro ocupante es sin duda la de Salud, aunque la salida de Graciela Ocaña estaba decidida antes del comicio.
Otra área con posibles modificaciones es la jefatura de Gabinete, a cargo actualmente de Sergio Massa, quien no asumiría como diputado nacional sino que volvería a la intendencia de Tigre, donde tiene licencia.
Ese lugar sería ocupado por Florencio Randazzo, actual titular de Interior, y uno de los hombres que más se acercó a Kirchner en los últimos tiempos.
En el camino de renovar la cara del equipo de gobierno, Cristina Fernández tendría decidido que en el ministerio de Economía, hoy ocupado por Carlos Fernández, suba Amado Boudou, titular de la ANSES.
¿Por qué necesita la presidenta estos cambios? Porque el gobierno debe adoptar a muy corto plazo muchas medidas antipáticas que, por especulación electoral, quedaron postergadas hasta después del comicio.
En este casillero se ubica en primer lugar declarar la emergencia sanitaria, una demostración de que la Argentina tiene en materia de salud muchas más asignaturas pendientes de las que se admitieron hasta ahora.
Asimismo, quedan pendientes más ajustes en las tarifas de servicios públicos y un blanqueo de los índices inflacionarios y de desempleo, números que generarán sin duda un fuerte debate en la sociedad.
Desde temprano esta jornada, la Casa de Gobierno tuvo un solo ocupante: el ministro del Interior, Florencio Randazzo.
El titular de la cartera política, que habló varias veces con la presidenta que estaba en Santa Cruz, y con Kirchner en Olivos, sólo abandonó su despacho para ir a votar a su pueblo, Chivilcoy, y regresó en las primeras horas de la tarde.
Hasta bien entrada la noche, el titular de la cartera política se quedó con sus más directos colaboradores revisando los datos del escrutinio provisorio, aunque la "tendencia" provocó caras largas en esos despachos ubicados en la planta baja de la Rosada.
El resto del edificio estuvo casi desierto, aunque poco antes de las 20 se produjo en enorme revuelo cuando el helicóptero presidencial aterrizó en el helipuerto ubicado detrás de la Rosada llevando a bordo a Cristina Fernández y su esposo.
Aunque se preparó todo para recibir a la jefa del Estado, el matrimonio decidió no hacer pie en la Rosada y se dirigieron directamente al búnker oficialista en un hotel céntrico.
A partir de mañana, la Casa de Gobierno volverá a ser el centro de la atención y se esperan semanas muy movidas.