A prueba. El bloque conservador que apoya a Merkel ganó con sólo el 33,2%, su nivel más bajo desde 1949.
 

 

La canciller Angela Merkel ganó ayer las elecciones generales de Alemania y no hay duda de que asumirá un cuarto mandato, pero los que más festejaron no fueron sus militantes conservadores sino la extrema derecha que, por primera vez desde 1961, tendrá una bancada en el parlamento, tras consagrarse en las urnas como la tercera fuerza política de la potencia de la Unión Europea.

La Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y sus tradicionales aliados de Baviera fueron ratificados como la primera minoría política de Alemania con 33,5% de los votos, mientras el Partido Socialdemócrata (SPD), la otra gran fuerza del bipartidismo del país, sufrió la peor derrota electoral de su historia al conseguir sólo un apoyo de 21%. Más lejos pero con un resultado inédito, el partido xenófobo y antimigratorio Alternativa para Alemania (AFD) se consagró como la tercera fuerza política con 13%, por delante de los liberales del FDP que volvieron a ingresar al parlamento con 10% de los votos, y de Los Verdes y La Izquierda, que empataron con 9%.

Fiel a su estilo, Merkel fue moderada y pragmática en su festejo. "No hay que darle vueltas al asunto, esperábamos un mejor resultado, pero no debemos olvidar que pasamos por un difícil mandato; en todo caso, logramos nuestro objetivo estratégico, que era seguir siendo el partido más fuerte y que no se puede formar gobierno en contra nuestra", aseguró la canciller en un discurso desde la sede de su partido en Berlín. "Tenemos el encargo de formar gobierno y asumiremos esa responsabilidad en diálogo sereno con otros socios", concluyó la veterana canciller, quien lleva 12 años en el poder, siempre gobernando en coalición: con socialdemócratas o FDP.

Pese a la victoria en las urnas, el clima en la sede del CDU no era festivo. Ni bien terminó el discurso de Merkel, los dirigentes y los militantes fueron abandonando el edificio rápidamente, en silencio.

Para la mayoría de los alemanes estas elecciones dejaron un sabor muy amargo: por primera vez desde 1961 la extrema derecha, que reivindica "victorias" de la época nazi y que rechaza tajantemente al islam y a gran parte de la inmigración, tendrá una representación en el Bundestag, la cámara baja federal, donde se discuten y se definen las principales políticas del gobierno. Por eso, el verdadero clima de festejo anoche en Berlín se concentró dentro del búnker de la AFD, mientras afuera alrededor de un centenar de militantes de izquierda se concentraron para gritar: "¡Afuera nazis!".

"Estamos en el parlamento alemán y cambiaremos este país; cualquier gobierno que se forme deberá tener cuidado; lucharemos contra Merkel o cualquiera que esté en la conducción del gobierno ", prometió desafiante uno de los candidatos y líderes de la AFD que sin dudas conseguirá una banca, Alexander Gauland.

Exultante, la cúpula del partido de extrema derecha, que nació hace sólo cuatro años para oponerse al euro y pronto giró hacia posiciones abiertamente xenófobas y filonazis, ratificó que una de sus primeras medidas en el parlamento será pedir la creación de una comisión para investigar si Merkel violó leyes nacionales cuando abrió las fronteras a cientos de miles de refugiados durante unas semanas en septiembre de 2015 durante la llamada crisis de refugiados.

La ultraderecha,  un sismo político

 

El ingreso de la derecha ultranacionalista al Bundestag (Parlamento federal) por primera vez tras la Segunda Guerra Mundial es un "terremoto político" que modificará la configuración del panorama político de Alemania y es un llamado de atención para la democracia de la principal economía europea.

 

"La entrada al Parlamento por primera vez desde Konrad Adenauer (canciller federal entre 1949 y 1963) de un partido a la derecha de la conservadora CDU de (Angela) Merkel legitimado en las urnas es un golpe más que simbólico y extraordinario para los partidos políticos y la democracia alemana", enfatizó el analista argentino Franco Delle Donne en diálogo con Télam desde Berlín.

 

El joven porteño, licenciado en Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Matanza, acaba de publicar está semana junto al español Andreu Jerez el libro "Factor AFD: El retorno de la ultraderecha a Alemania". El libro analiza cómo la crisis del euro y la masiva llegada de refugiados a Alemania alentaron la aparición y el avance del partido Alternativa para Alemania (AFD).

 

El fulgurante ascenso de la xenófoba AFD hasta convertirse en la tercera fuerza política se cimienta, en gran parte, en el descontento de los alemanes con el bipartidismo tradicional.

 

La canciller Merkel gobernó en sus tres primeros períodos con el bloque conservador de su partido Unión Demócratacristiana (CDU) y sus socios bávaros de la Unión Socialcristiana (CSU), y en dos de sus mandatos incluyó a sus históricos opositores, el Partido Socialdemócrata (SPD). "Una cosa es gobernar en consenso, pero que los partidos antagónicos por excelencia, socialdemócratas y conservadores, sólo se diferencien en las campañas y después gobiernen juntos ya no es una excepción. La gente percibe que todos los partidos son lo mismo", apuntó para explicar otra clave del crecimiento del AFD.

 

"Esto daña la democracia porque impide la alternancia y genera que los partidos políticos no tengan perfiles propios. Desalienta y se traduce en abstención o en una inclinación a la ultraderecha. Aunque no se comulgue con todas sus ideas, se apoyan en ella como voto castigo", insistió.

 

Tras conocerse los resultados, ahora el centro de interés se desplaza a qué alianzas habilitarán y posibilitarán. "Los socialdemócratas del SPD decidieron no repetir coalición con Merkel, lo que obligaría a la canciller a buscar pactar con los Liberales y Los Verdes, aunque va a ser difícil que pueda convencer a sus bases", estimó.