Los hitos más destacados por las crónicas históricas fueron las exequias de líderes que en su tiempo encabezaron procesos políticos transformadores, pero sus ausencias marcaron una declinación de las fuerzas que lideraron.
El impacto de las exequias de Néstor Kirchner provocaron una evocación instantánea con los velatorios de Hipólito Yrigoyen el 3 de julio 1933, de Eva Perón el 26 de julio 1952, de Juan Domingo Perón el 1 de julio de 1974 y de Raúl Alfonsín, el 31 de marzo de 2009.
Los cinco políticos murieron en circunstancias que lo hacen distintos en cada caso: Yrigoyen había sido derrocado tres años antes; Evita era la esposa del presidente, tenía un fuerte protagonismo político, pero no ocupaba un espacio en la estructura institucional; Perón falleció mientras ejercía la Presidencia y Alfonsín se había retirado del Gobierno más de diez años antes.
La muerte de Kirchner lo encontró en una situación que lo asemeja con Evita al ser los dos cónyuges del respectivo presidente.
Los cuatro primeros fueron velados en el Congreso y su sepelio motivó una multitudinaria presencia de sus seguidores en las calles. Sólo Kirchner fue velado en la Casa Rosada, pese a que no encabezaba el Poder Ejecutivo, como sí lo ejercía Perón al momento de morir.
Todos estos acontecimientos tuvieron signos específicos que llamaron la atención en su momento: Yrigoyen generó una sorpresiva movilización que de ninguna manera contó con el apoyo desde el poder, que era ejercido por una fuerza que lo había desplazado y lo hostigaba. Los diarios de la década del 30 no dejaron de remarcar el carácter de espontáneo y multitudinario de la marcha que acompañó el traslado de sus restos desde el Congreso al cementerio de la Recoleta.
La muerte de Evita la encontró en la cúpula de su trayectoria política, con una impactante presencia pública, aunque con la salud socavada por el cáncer. Los funerales fueron los más prolongados que se conozcan, con 14 días de movilizaciones, desde un velatorio inicial en la sede de la Secretaría de Trabajo y Previsión, su posterior desplazamiento al Congreso y su inhumación en la sede la CGT. Las exequias fueron acompañadas por millones de personas, según cálculos de aquellos años.
Perón, que murió en la residencia de Olivos, protagonizaba al momento de su deceso un proceso político complejo, tras tener vedado el regreso a la Argentina durante 18 años y cuando no había transcurrido un año de las elecciones en que resultó electo presidente por tercera vez, con el 62 por ciento de los votos. Perón fue velado durante dos jornadas en la sede del Congreso, adonde acudieron miles de personas que aguardaron durante horas, a veces bajo la lluvia, para ingresar y concluyó con el discurso del radical Ricardo Balbín, quien comenzó con la célebre: "Este viejo adversario saluda a un amigo". El cuerpo de Perón, acompañado por una multitud a lo largo de varios kilómetros, fue depositado en una cripta de la residencia presidencial de Olivos, de donde fue sacado durante la dictadura militar.
La muerte de Raúl Alfonsín también originó una movilización de casi 24 horas con una creciente participación de simpatizantes, como nadie antes había conseguido imaginar. Sus restos permanecieron en el Parlamento y su vigencia en la política fue recordada por dirigentes de varios partidos políticos.
La lluvia, una circunstancia fortuita, se convirtió casi al final del homenaje de ayer a Kirchner en un elemento que ayudó a memorar con más realismo los funerales de Perón en 1974 y la garúa que acompañó el cortejo de Alfonsín.

