Mucha gente se pregunta ¿cuál es la clave para conocer un buen vino? La respuesta simple puede ser ‘si me gusta o no me gusta‘, pero hay técnicas comprobadas en las que se usa, nada más y nada menos, que las herramientas sensoriales de cada persona, para poder advertirlo. Estas se encargan de analizar el cuerpo, estructura, aroma, sabor, entre otros parámetros particulares. Si se trata de una prueba técnica estos factores son muchos más minuciosos, pero aprender lo básico entre amigos o familia es posible.

Para comenzar lo más sencillo es detectar defectos que son muy fáciles de advertir. Un ejemplo es si un vino tinto presenta un color amarronado o teja es señal que está oxidado. Ni hablar de los olores que pueden aparecer como el denominado picado o avinagrado que ya anticipa que no estará bueno en boca; u olores a corcho u otro que sean desagradables. Ninguno de esos casos avizora un vino aceptable. En general el vino pueden parecer más o menos buenos, pero a lo que no puede oler es a trapo sucio, quitaesmalte o cosas nada disfrutables.

En el caso de los vinos Blancos uno debe esperar aromas limpios frutados como pera, melón, ananá o manzana, incluso pasto cortado, todo dependerá de la variedad. También pueden estar presentes las flores o azahares. La clave es meter la nariz en la copa y sentir si en conjunto agrada.

En la boca, los blancos deben presentar buena acidez, que los haga sentir frescos, alegres y fáciles de tomar. Los blancos sanjuaninos suelen presentar un final de boca un poquito de amargo agradable.

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En los tintos, es mas complejo porque los aromas y sabores suelen serlo. Según la variedad pueden presentar aromas a frutas negras, rojas, especias, incluso chocolate, vainilla, coco, tostado si tuvo paso por madera.

En boca los tintos también son más complejos porque entra a jugar la composición tánica, Esto hace referencia a los compuestos químicos naturales llamados taninos, que se encuentran en las pieles, semillas y raspones de las uvas. Son los responsables de la sensación de sequedad o astringencia en la boca, y aportan estructura, equilibrio y potencial de envejecimiento al vino. Esas especie de sequedad debe ser agradable, si se excede deja de gustar.

Cuando se habla de balance en boca hay que tener en cuenta que nada moleste, que haya un equilibrio general. Se trata de evaluar que resalta más, si el dulce, el salado, el amargo o el ácido. Si es muy dulce y no figura en la etiqueta es preocupante; si la acidez pincha de manera desagradable también. Por supuesto si se presenta el salado, es malo. Los finales amargos suelen ser agradables sino molestan. Otro factor importante es la duración del sabor en boca llamado caudalías. Mientras más larga es su buena persistencia, será mejor.

El tema es practicar para conocer, e ir diferenciando entre distintos vinos, siempre con responsabilidad.