Seguramente, si te preguntamos por recursos esenciales para la vida, no nos respondas ‘el suelo’. Es cierto que hablamos de la importancia de la calidad del aire que respiramos o del agua que consumimos, pero lo que nos cuesta mirar hacia abajo. Es que el suelo es un recurso natural imprescindible, porque sin él no hay alimentos, tampoco biodiversidad o ecosistemas como los bosques.
Si no habías reparado en la importancia de este elemento, quizá tampoco entiendas por qué tiene una efemérides ambiental a su nombre. Son muchas las amenazas que está sufriendo y que ponen en riesgo nuestro propio devenir: Deforestación, erosión, contaminación, sobreexplotación, etc. Cada una de estas amenazas han llevado a una grave degradación del suelo. De hecho, un dato importante es que más de un tercio de los suelos del mundo está ya degradado o en proceso de degradación.
¿Dónde nace este día?
La efemérides recae en un científico, Hugh Hammond Bennett, al que le debemos muchísimo: supo dar la voz de alarma ante esta problemática ambiental. Considerado el ‘padre de la conservación del suelo‘, fue un pionero por su demostración de la relación directa entre los suelos sanos, la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible. De hecho, sus trabajos y empeño lograron convencer a los agricultores para desarrollar prácticas agrícolas que ayudaran a evitar su degradación. Sin embargo, parece mentira que esto ocurriera ya en la primera mitad del siglo XX y aún sigamos insistiendo en la necesidad de su preservación. Murió en 1960, tres años después y en su honor, cada 7 de julio, coincidiendo con la fecha de su muerte, celebramos esta conmemoración.
‘Desde cualquier perspectiva concebible -económica, social, cultural, de salud pública y de defensa nacional-, la conservación de los recursos naturales es un objetivo en el que todos deberían estar de acuerdo’, dijo Bennet en junio de 1959. Y nosotros no le vamos a quitar la razón.
¿Por qué es importante la conservación del suelo?
El suelo, además de alimentarnos, es el hábitat de miles de plantas y numerosas especies animales. Su conservación ofrece muchos beneficios al medio ambiente y a la vida humana, sin embargo, la industria agroalimentaria, la falta de protección gubernamental y las consecuencias del cambio climático, lo amenazan.
Qué está en juego cuando no cuidamos los suelos
El suelo se define como un cuerpo natural constituido por capas compuestas de materiales de minerales meteorizados, materia orgánica, aire y agua. Es el producto final de la influencia del tiempo combinada con el clima, topografía, organismos (flora, fauna y ser humano), de materiales parentales (rocas y minerales originarios), de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Sobre ellos se desarrolla la vida, especies vegetales y animales y, en general, es el soporte de muchos ecosistemas. Una hectárea de tierra fértil puede contener más de 300 millones de pequeños invertebrados: insectos, arañas, lombrices y otros animales diminutos. La tierra que cabe en una cuchara puede encerrar un millón de bacterias, además de cientos de miles de células de levaduras y pequeños hongos, de acuerdo con la FAO. Por ello, su conservación es esencial para mantener la vida en el planeta.
Conservar un suelo se refiere a llevar a cabo actividades que mantengan o aumenten su salud, principalmente en áreas afectadas o propensas a la degradación, esto incluye la prevención o la reducción de la erosión, compactación y la salinidad, su conservación o drenaje; su mantenimiento o su mejoramiento de la fertilidad.
No obstante, actualmente los suelos están amenazados por la actividad agrícola y ganadera industrial, el uso exacerbado de agroquímicos, la expansión de las ciudades, la contaminación y eliminación de residuos, manejos y prácticas insostenibles, así como el cambio climático.
Qué pasa cuándo no protegemos el suelo
Los microorganismos del suelo transforman los compuestos orgánicos e inorgánicos y liberan nutrientes de manera tal que las plantas pueden absorberlos. Estas transformaciones también son vitales para la filtración, la degradación y la inmovilización de los contaminantes en el agua y el suelo. Además, la diversidad de los suelos contribuye a mejorar el control, la prevención y la eliminación de plagas y patógenos, según datos de las Naciones Unidas.
De acuerdo con diferentes estudios realizados por la FAO, la ONU y otros organismos, éstas son las consecuencias cuando los suelos han sido sobreexplotado y no ha sido manejado con responsabilidad:
* Crece la inseguridad alimentaria, que es una situación en la que las personas carecen de acceso seguro a una cantidad de alimentos suficientes para su desarrollo.
* La productividad y los ingresos de la agricultura disminuyen.
* La migración hacia áreas urbanas se incrementa.
* La pobreza rural se exacerba.
* Se violan los derechos de toda la población, pero específicamente de las comunidades indígenas, a vivir en un ambiente sano.
* Se pierde el equilibrio de los ecosistemas.
* Se agrava el calentamiento global y la desertificación (degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas).
* Se afecta la calidad del agua y el aire.
* La productividad de la tierra podría verse gravemente alterada.

