Su recuerdo:  "No percibo su ausencia porque siempre lo llevo dentro, él está en sus enseñanzas, en su forma de tomar el teatro como forma de vida y comunicación, como un hecho biológico".
 El legado:  "Figuras como él trascienden, marcan nuestras vidas. Cuando me fui de su elenco, fue porque necesitaba crecer. Kummel nunca sintió la partida de sus actores como pérdidas y eso habla muy bien de un maestro de maestros, nos dio herramientas para volar solos, por eso las alas que él se puso cuando estrenamos Argimón están tan relacionadas con su concepto de la libertad".  
 ¿Queda un espacio vacío? : "Estamos en otro momento histórico que el camino que transitó Kummel y sus contemporáneos. ¡Gracias a Dios! Hoy, San Juan tiene muchas estéticas y paradigmas, surgen nuevos directores que no pasaron por él, pero llevan algo de él por ser alumnos de sus alumnos. Los referentes se multiplican y eso quiere decir que la actividad tiene futuro. Para Oscar tiene que haber sido muy penoso luchar solo contra molinos de viento. A mí me pasó".
 Su sucesor : "Me considero un hijo. Después del homenaje en la Teatrina 2009, la última vez que lo vi fue en 2010, él me mandó a llamar. Fue un reencuentro maravilloso, me dijo: Nunca dejés de mirar los pájaros porque los pájaros te dicen hacia donde tenés que ir. Después de su fallecimiento, me llamó su esposa Inge para decirme que las alas de Argimón eran mías, que Oscar me las había dejado. Es muy fuerte, porque tienen mucho de él, lo que siento que me dio: libertad. La palabra sucesor es un título que no me interesa pero tampoco es que me asuste, porque somos los que laburamos a partir de su impronta".