Haciendo honor a su esencia, la cena de la Cata transcurrió alegremente, regada por muy, pero muy abundante vino: Las mesas desbordaban de copas, y botellas de tintos y blancos, y los mozos desfilaron constantemente por el salón llevando los vinos que habían participado y que la gente podía elegir para tomar. “¡Sentí el olor a ruda de este sauvignon blanc!”, decía un distribuidor de productos enológicos a un hombre maduro de traje que hablo poco pero probó cuanta copa pasó por sus narices. “¡Este es el que sacó el oro!”, se le escuchó decir a la señora de un elaborador de vino artesanal cuando descubrió que en su copa estaba uno de los premiados.