Están contentos, bien alimentados, estrenando juegos y en una sala ventilada y limpia especialmente preparada para ellos. Y sus padres están tranquilos, saben que sus hijos están cuidados y que no van a tener la piel curtida, ni a insolarse, porque tienen un lugar donde dejarlos mientras ellos trabajan. Son los hijos de los trabajadores rurales de Pocito, que en la mayoría de los casos acompañaban a sus padres a las fincas porque no tenían quién los cuidara. Pero ahora tienen un espacio en una guardería municipal que está abierta de corrido 12 horas, de 7.30 a 19.30, para albergarlos.

Las cuadrillas que trabajan en las fincas en las épocas de cosecha están integradas por familias enteras. Normalmente trabajan la madre y el padre y tienen que llevar a sus hijos pequeños con ellos porque no tienen dónde ni con quién dejarlos. Pocito tiene gran cantidad de terreno cultivado y muchas familias de la zona se dedican a la cosecha en la temporada de verano. Por eso, el municipio, junto al Ministerio de Desarrollo Humano y la Fundación Arcor, tomaron la iniciativa de armar una guardería que funciona en el Centro Integrador Comunitario del barrio Salvador Norte. Así, esos niños menores de 6 años no tienen que estar con sus padres mientras trabajan. Y la aceptación fue tal que los 50 cupos que estaban disponibles ya fueron ocupados.

En la guardería, que comenzó a funcionar hace una semana y media, la jornada se hace larga. Y las 8 maestras y auxiliares que cuidan a los niños durante todo el día (4 en la mañana y 4 en la tarde) se las ingenian para mantenerlos ocupados y que no extrañen a su familia.

Todo está bien armado. Mesas y sillas pequeñas que todavía tienen olor a nuevo. Algunos armarios llenos de témperas, pinceles, plasticolas de colores, tijeras y papeles brillantes. Otros repletos de juegos didácticos. Y la infaltable biblioteca con libros de cuentos que las seños leen mientras los chicos escuchan con atención sentados como indios en colchonetas.

Durante el día, los niños reciben el desayuno, el almuerzo y la merienda. Y, como la jornada es larga, hasta pueden dormir una siesta. Para eso hay cunas de madera para los más chiquitos y colchonetas para los más grandes.

"Entre los nenes que vienen a la guardería hay una beba de 3 meses, es tan chiquita. Pero claro, su mamá tiene que trabajar y es mejor que esté acá cuidada que la lleve con ella", cuenta Violeta Castro, la coordinadora de la guardería, como un ejemplo para hacer referencia a la importancia de que ese espacio exista.

A su alrededor las nenas juegan en una cocina de plástico y los niños en un taller en miniatura. Y, después del desayuno, se preparan para la hora de los cuentos. Escuchan, se ríen, dicen "colorín colorado" a coro con la señorita y después la llenan de preguntas sobre la historia. Y todavía les queda toda la tarde para jugar y compartir el tiempo con los otros niños de su edad, mientras esperan que sus padres terminen la jornada laboral y los vayan a buscar.