Una anécdota de su infancia jamás dejó de ‘darle vueltas en la cabeza\’\’. Elizabeth Montilla nunca pudo dejar de pensar en la pregunta que se hizo en voz alta ese chico, el vecino de la finca de su papá en Albardón, con el que ella y sus hermanos jugaban. Habrá tenido 8 años. Era Nochebuena. Ya habían cenado y todos los niños esperaban ansiosos la llegada de las 12 para poder ir corriendo al arbolito y ver qué paquete les había tocado. Eran unos instantes de ansiedad y mucha ilusión. Claro que sí. Quién más, quien menos, lo único que quería era desenvolverlo para develar el misterio de lo que había dentro de la bolsa o la caja para satisfecho poder decir que Papá Noel les había cumplido el sueño. Pero justo en ese instante, aquella noche, al chico de la casa de al lado, lo llamó su mamá. Y Eli, le dijo, según recuerda como si fuera hoy, ‘andá a ver que te trajo Papá Noel\’\’. Pero él estaba como paralizado. Su resistencia tenía una respuesta: él sabía que no le traería nada. Quizás por eso inocentemente le contestó: ‘yo no sé si tan mal me he portado, pero nunca me trae nada\’\’. Desde ese día, Eli se propuso hacer algo por todos los niños que no recibían regalos en fechas especiales. Era su modo de ‘salvar injusticias\’\’, dice. Por eso muchas veces llevaba juguetes o mercadería por su cuenta a dónde le pidieran o como hizo en el 2012 que organizó el ‘Jugá conmigo\’\’, una celebracion solidaria para el Dia del Niño, donde sus protagonistas fueron los chicos que no vivían con su mamá y su papá, porque estaban alojados en los hogares que dependían del Estado. Sin embargo, este año, surgió, un desafío que batió todos los récords. En septiembre pasado, el destino quiso que se encontrara casualmente con la hermana Gilda, una monjita de la Congregación del Verbo Encarnado, que le contó que había 50 niños en la guardería del lugar que iban a desayunar y almorzar porque en sus casas no tienen como hacerlo. De inmediato, Eli recordó al chiquito de la infancia y quiso conseguirles un regalo para Navidad. Como sola no podía, contó su idea a través de Wathsapp a las mamás de las compañeritos de su hija Amanda. Ella les proponía si alguna quería ser madrina de uno de esos niños y llevarle un regalo en esa fecha. Solo tenían que contestarle con un mensaje sencillo: ‘yo quiero\’\’. Tuvo muchas respuestas positivas. Más de lo que pensaba.
Pero la mayor sorpresa fue que la idea se fue propagando sin límites y sumando otras vías de comunicación. De hecho, gracias a Facebook, en menos de dos meses consiguió 22.000 adherentes.
Eran tantos los que querían participar y no solo mujeres que tuvo que cambiar el rumbo de su anhelo: pasó de ser no sólo para estos 50 niños, sino además para sus hermanitos. Pero también dejó de ser exclusivamente para madrinas ya que sumó padrinos que querían colaborar. Es más, eran tanto los mensajes y las propuestas que decidió que la acción no se limitaría a la Navidad.
‘La energía del amor es impresionante. Hicimos una reunión en el parque y eran tantas las personas generosas que ampliamente superaban lo que necesitábamos, por lo que decidimos seguir sumando entidades\’\’, cuenta Eli que a partir de ese momento designó a las seis primeras integrantes como coordinadoras que se ocupaban de la feliz tarea de asignar a un nombre de un niño, el nombre de su padrino o madrina. Vale aclarar que ninguno de los casos conoce el apellido ni mayores datos para resguardar identidades y no generar otro tipo de relación más que la del gesto solidario.
A esta altura de las circunstancias y faltando varias semanas todavía para la llegada de la fiesta, contabilizaron 25 instituciones como beneficiarias (ver recuadro). De hecho, hay más de 1000 voluntarios que no tienen a quien regalarle porque no llegaron a tiempo, ya que casi todas las donaciones ya fueron entregadas por el fin de clases por ejemplo.
‘Estamos muy felices con la iniciativa porque 2724 niños van a tener un regalo. Pero no estamos satisfechos. Siempre se puede hacer más\’\’, dice la mujer, cabeza de un desafío que solo pedía un regalo nuevo, a estrenar -un juguete mediano así todos recibían algo similar, al que también se le podía agregar ropa y útiles como complemento- más una cartita con buenos deseos. Más grande fue la sorpresa de los integrantes de este grupo -cuyos miembros no se conocían en la mayoría de los casos- cuando descubrieron que personas super talentosas llegaron a construir juguetes con sus propias manos y así transmitir no sólo generosidad sino además enseñanzas para la vida.
‘Como muchos regalos se repartieron entre noviembre y diciembre y los chicos no entendían que era por Navidad, les explicamos que nosotros éramos sus madrinas y padrinos que les traíamos una sorpresa en nombre de Dios y que lo único que les pedimos es que el 24 miren al cielo y le agradezcan. Eso es suficiente\’\’, dice convencida de los gestos que no terminan acá, sino que se extenderán a lo largo del año con otras buenas iniciativas como juntar ropa de abrigo y organizar clases de apoyo escolar.

