Fatigaron la montaña, pese al ardor en las piernas al escalar, el viento que congelaba la transpiración y el cansancio. Pero durante toda la noche, miles de peregrinos subieron las Sierras Azules para celebrar la misa pascual en la cima y al amanecer, en la tradicional peregrinación donde los jóvenes son los grandes protagonistas. Y en la madrugada de ayer, cuando aún no asomaba el Sol y monseñor Delgado se preparaba para la misa, los organizadores anunciaron las cifras que alcanzaron en la extenuante movilización: 6.000 personas en lo alto y más de 230 carpas contabilizadas, todo un boom según el vicario de la parroquia de Zonda, Rodrigo Robles, que igualó en cantidad de gente a la edición 2009, pero que marcó un récord en carpas.

En la noche, las carpas instaladas en la cima, las hogueras y el humo de la jarilla que inundaba el lugar daban un espectáculo fascinante, a la luz de la Luna. Era como una mini ciudad de casas de lona, con miles de jóvenes que reían, gritaban y hasta bailaban. Mientras, entre la negrura del bajo, cientos de pequeñas luces se movían en ascenso, ya que era incesante el tránsito de personas subiendo el cerro alumbrándose con linternas.

La huella, por las últimas lluvias que afectaron al sector, estaba tan rota que fue tortuosa tanto en la subida como en el descenso. Desde la medianoche comenzó a ascender el grueso de la gente, dispuestos a enfrentarse con una pronunciada pendiente y poco más de 1.600 metros de altura de las Sierras Azules. Ya a las 4 de la mañana, la cima de la formación era un mundo de gente y sobre esa hora comenzó a animarse la vigilia con música, que igual no era suficiente para soportar el frío, que hacía tiritar los músculos y no dejaba relajarse aunque sea entre las piedras para apagar el cansancio y el sueño.

Lo que cambió el ánimo sucedió a las 5, cuando los organizadores invitaron a un fogón. "Es la primera vez que lo hacemos y este fuego es un signo de luz, acá está Cristo", dijo el vicario Rodrigo. Y atraídos por la gran llamarada y el calor, cientos de jóvenes se acercaron en círculo, representantes de distintas parroquias luego encendieron velas y durante poco más de una hora, cantaron, alabaron y hasta presentaron la canción de la peregrinación a las Sierras Azules. "A la Sierra subiré y a María encontraré, esta noche subiré y en la cima te alabaré", decía el estribillo, acompañado por una guitarra.

Cuando del fogón empezaban a quedar brasas, llegaron los fuegos artificiales, mientras que tras una larga pausa, al alba comenzó la misa pascual, que monseñor Delgado celebró a puro grito, pues justo se dañó el equipo de sonido. Ya con el sol tiñendo todo de color anaranjado, Delgado, que hoy cumple 25 de años como obispo, bendijo a los cansados pero obstinados peregrinos de la altura, y los mandó en paz a celebrar la resurrección de Jesús.