Tuvieron que arrastrarse por el pasto, como en un entrenamiento militar. Unos metros después, tuvieron que saltar una seguidilla de aros, sin tocarlos. Ni bien superaron estos obstáculos, tuvieron que buscar un compañero y correr un tramo con las piernas atadas. El desafío que continuó fue encontrar los conos naranja y sortearlos en zig zag. Estas fueron algunas de las pruebas que tuvieron que superar unos 500 chicos ayer por la mañana, al participar en una carrera que organizaron desde la Municipalidad de la Capital, como parte de las actividades de las colonias de verano. El encuentro se realizó en el camping de Oficiales, en calles Ortega y San Miguel.
Fueron 800 metros los que tuvieron que recorrer los chicos, sorteando todo tipo de dificultad. Lo que sobró fue la adrenalina porque ninguno sabía con qué se iba a encontrar. Es por eso que cuando llegó el turno de arrastrase, ninguno dudó en tirarse al piso y avanzar usando las manos y los pies. Este fue uno de los sectores que más disfrutaron los participantes. Hasta los chicos con discapacidades, que también forman parte de las colonias, tuvieron que hacer el mismo circuito y fueron los que más aplausos recibieron cuando atravesaron el arco de la llegada. Sergio, un muchacho con muletas, fue el último en llegar, pero tuvo hinchada propia y hasta recibió una medalla.
Los participantes estuvieron divididos por edades y por sexo, aunque todos largaron al mismo tiempo. Todo, después de entrar en calor frente al arco de largada. Los más chiquitos corrieron de la mano de los profesores, mientras que los más grandes dejaron todo para llegar primero. Aunque hubo medallas de colores para los primeros puestos, todos se llevaron golosinas. Tanto en la salida como en la llegada, el que bajó la bandera fue el intendente Marcelo Lima. Los mayores también tuvieron su espacio en la carrera y no dudaron en hacer el mismo circuito que los más chicos y celebrar con todo una vez que lo terminaron sin problemas. Incluso algunos hicieron el recorrido caminando.
A los que más se les complicó fue a quienes tenían ojotas, porque no podían correr bien. Pero esto no fue obstáculo para que abandonaran la carrera. En todo el recorrido, hubo personas con chalecos naranja, que iban indicando por dónde tenían que ir. Si bien los chicos conocían el predio, lo que no sabían era dónde iban a estar colocado los obstáculos. El calor y el sol intenso del mediodía hicieron que la travesía de 800 metros pareciera mucho más larga. Pero el cansancio recibió la mejor recompensa: un chapuzón en la pileta.