Muy poco antes de fallecer, Agustín Gnecco trabó amistad con un importante miembro de la Academia Nacional de Historia y fundador de un museo, don Enrique Udaondo. Era 1939 y la Academia quería hacer copias de los seis ejemplares originales del diario El Zonda, escrito por Domingo Faustino Sarmiento entre sus dos exilios a Chile, que Gnecco tenía en su colección. Udaondo se lo pidió a su amigo sanjuanino y éste, que ya tenía 82 años, no lo dudó: se calzó el traje, guardó los impecables ejemplares amarillentos en una maleta y se subió al tren para ir a ver a Udaondo en Luján, provincia de Buenos Aires.

La charla que mantuvieron en el museo lujanense, con la imponente Basílica al fondo de la calle, habría de cambiar la historia de la puerta de la antesala de la Jura de la Independencia. Gnecco le contó a su colega el problema que tenía con la falta de espacio físico, lo que hacía que su colección en San Juan quedara en gran parte desperdiciada sobre calle Jujuy. Udaondo se interesó y le planteó trasladar parte de los objetos a Luján, para poder exponerlos allí, en su complejo de varias hectáreas de extensión. Sellaron un acuerdo de palabra. Pero Gnecco no tuvo la oportunidad de verlo cumplirse. Meses después, en mayo de 1940, el coleccionista sanjuanino fallecía con 83 años de edad.

Fueron sus hijos Anavadro, Vitálico y Huarpeliano quienes se encargaron de llevar la colección a Luján. El movimiento fue impresionante y tomó mucho tiempo. Tuvieron que cargar 25 vagones de ferrocarril para cumplir con el periplo de San Juan a Buenos Aires. Acá, los Gnecco no habían logrado que el Gobierno aceptara la donación de la colección para acomodarla en un espacio más apropiado. La puerta de la Casa de Tucumán, que había sido rescatada para que la historia no muriera, iba con esas otras miles y miles de piezas. En total, fue una mudanza que duró un año, entre 1942 y 1943. Eran más de 15.000 objetos que hubo que inventariar, embalar y trasladar. Los herederos de Gnecco respetaron la voluntad de su padre de que nada de eso saliera de Argentina. Pero tenían esa sensación de tristeza de que todo se había ido de la provincia donde su padre había erigido ese templo de la historia.

La hemeroteca, luego de algunas gestiones, quedó para la familia, pero custodiada en Luján, previo a su regreso. La biblioteca y el archivo volvieron a San Juan. Y se reservaron cerca de 3.000 objetos vinculados a la provincia. El resto, lo vendieron al Complejo Museológico de Luján, pero por un precio irrisorio, sólo para poder pagar los gastos administrativos y de juicio sucesorio. Nadie peleó un precio. La puerta tucumana se fue así a Luján, pero no fue incluida en esa venta simbólica, sino que fue cedida en carácter de donación.

La memoria rescatada de Laprida, Oro y los demás, se iba en tren, a más de 1.000 km de distancia de la provincia en la que había sido expuesta y venerada durante cuatro décadas. En Luján, en el museo que posteriormente fue llamado Complejo Museográfico Enrique Udaondo en honor a su fundador, inauguraron en 1948 un flamante pabellón de 3.000 metros cuadrados, destinado exclusivamente a la puerta y los demás objetos de la colección Gnecco.

Con el paso de las décadas, la increíble historia de la puerta rescatada por un sanjuanino comenzó a conocerse cada vez más en Tucumán. Instituciones y funcionarios empezaron a reclamarla como propia, y se armó tal tironeo entre el museo de Luján y la Casa de Tucumán, que finalmente el gobierno de Buenos Aires decidió ‘cederla en préstamo’ al gobierno tucumano. La puerta viajó al Jardín de la República en 2007, fue recibida con una caravana patria sin precedentes el 8 de julio, y al día siguiente presidió el acto del aniversario de la Independencia que condujo el entonces presidente Néstor Kirchner.

Desde entonces, la puerta está en el lugar que le dio origen. Hubo varios reclamos lujanenses, incluso vía Congreso de la Nación, para que Tucumán la devolviera. Pero sigue siendo una pelea abierta. Mientras tanto, la puerta está en pie. Hoy la comitiva que encabeza el presidente Macri atravesará la abertura entre sus hojas y el país entero podrá ver la leyenda que colocaron encima de ella: ‘El 9 de julio de 1816, las Provincias Unidas declararon su Independencia. Los invitamos a entrar en la historia’.