El “Bautista Gargantini” era territorio prohibido para San Martín y sus jugadores, caso especial el capitán Pocrnjic, habían puesto al partido contra Independiente Rivadavia en el terreno de los clásicos que hay que ganar. Y fue clásico a muerte. Jugado a dientes apretados, con cancha casi llena y el infaltable duelo Mendoza-San Juan pero sin hinchas sanjuaninos presentes. Entonces, todas las miradas estuvieron puestas en la gran cantidad de periodistas sanjuaninos que tuvieron que comerse calladitos los folclóricos insultos de la hinchada leprosa primero y de una platea impotente después del gol de Marcelo Scatolaro.

San Martín se sacó una mochila de encima. Este equipo, que heredó la frustración del plantel de la temporada anterior, empezó a saldar deudas ajenas y hoy ilusiona a todo San Juan. Pasó una prueba de fuego, siendo visitante en serio. Y eso, no lo hace cualquiera.