La laguna formada en la zona, conocida como el medidor en medio del río San Agustín, no tiene nada que envidiarle a la mejor playa. La arena fina que la rodea queda cubierta de mochilas, ojotas y remeras. La piedra más grande se transforma en un trampolín. Y los chicos, además de tirarse de cabeza, practicar nado y jugar salpicándose, arman un partido de vóley improvisado en medio del agua. Así, todos los días a las 11,30, llega el prime time de los niños que asisten a la colonia de vacaciones de la villa cabecera de Valle Fértil. A pesar de que la pileta del Camping Municipal no se puede llenar por la falta de agua, el río es el balneario más divertido.

Después de desarrollar diversas actividades, los profes anuncian que llegó la hora libre. Los niños comienzan a caminar en fila, pero ni bien ven el espejo de agua, empiezan a correr. Van dejando un regadero de mochilas y remeras y, sin pensar demasiado, se meten tiran. ‘Ni la pienso‘, dice uno de los chicos, hace un pique a la orilla y se tira al agua sosteniéndose las piernas con las manos.

La laguna no es muy grande, pero tiene un espacio bastante bajo que aprovechan las nenas más chiquitas, y un sector en el agua les llega a la pera a los varones. Todos saltan, juegan y hasta practican distintos estilos de nado.

Los profesores y coordinadores los miran desde la orilla, por seguridad. Pero en un momento, ante el pedido de los chicos, tres coordinadores agarran de los pies y las manos a una profesora y la tiran al agua. Así, generan el aplauso de todos.

Después de unos cuantos saltos y de salpicar a las chicas, los grupos agarran las pelotas de vóley. Algunos juegan adentro de la laguna y otros, sobre la arena.

Pasa la hora y todos comienzan a buscar los toallones, eso después de que uno de los profes hace sonar el silbato que funciona como una campana de salida. Todos salen, toman sus cosas y caminan para volver al camping. Allí, los espera el almuerzo, con el que recargan sus energías antes de volver a sus casas.