En los últimos 7 años las exportaciones locales alcanzaron las 118 mil toneladas, lo que significa un crecimiento del 154%. Pero el crecimiento no queda ahí, porque en ese mismo lapso de tiempo, las caleras han llegado a triplicar su capacidad instalada, que les permite producir hoy 2,5 millones de toneladas, aumentando así las exportaciones a países de la región.

Sin embargo, el crecimiento fue desigual y el gran desafío que tiene por delante el negocio de la cal es incorporar a la exigente cadena productiva al pequeño productor, que ni en tecnología, ni en condiciones laborales, aún ha sabido ponerse a la altura de las circunstancias. Es más, con la asunción de las nuevas autoridades de AOMA -el gremio minero mayoritario-, su flamante interventor Iván Malla, apuntó directamente a las "pobres" condiciones laborales de este sector en particular.

"El mayor problema es que son empresas que no tienen una estructura, no tienen marca y la única que les queda es vender su cal a granel a las grandes firmas. Hoy hay líneas de créditos -la más importante la fogonea el Gobierno y es de 100 millones con tasa subsidiada-, pero el problema es que ni siquiera pueden ingresar al sistema bancario”, explicó Jaime Bergé, de la Cámara Minera de San Juan.

Hasta ahora y como parte de un plan oficial por sumar a las pymes caleras al negocio interno, porque se supone que las grandes abastecerán la demanda de Pascua-Lama y sus exigencias del exterior, se han formado dos grupos con serias pretensiones de hacerse con el mercado local de la construcción: Cooperativa Minera de Los Berros y la de Divisadero. Entre ambas agrupan a 67 socios.