Fútbol, arte, y por supuesto, tango es lo que se respira en cada paso que se da en La Boca. Ni hablar de lo que fue para el Festival y Mundial de tango que se desarrolló en la Usina del Arte (sólo las finales de tango salón y tango escenario se hicieron en el Luna Park). Este es un espacio para la música dependiente del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires que este año cuenta con una intensa agenda cultural desde la cumbre troileana, homenaje a Cortázar, hasta ciclos anuales, festivales, estrenos, invitados internacionales, clases magistrales, música de cámara, sinfónica y coral, jazz, contemporánea, tango, folklore, rock, entre otras músicas del mundo.

Cuenta con dos auditorios de acústica privilegiada y un diseño de programación que enriquece la escena musical de Buenos Aires. El énfasis puesto en la producción local es un factor de estímulo para los artistas y un aspecto convocante para un público cada vez más masivo.
Una vasta agenda musical, que se extiende hasta diciembre, atraviesa todos los géneros. Entre las principales actividades figura: ciclos de música de cámara; música para orquesta y grandes obras corales; música antigua. Además, se podrá disfrutar de espectáculos de tango, jazz, folklore y rock.
El predio de la Usina del Arte fue proyectado por el arquitecto italiano Giovanni Chiogna para albergar la Compañía Italo Argentina de Electricidad, ocupando una superficie de 7.500 m2 y con un estilo florentino. Su construcción comenzó a mediados de 1914 y concluyó en los primeros días de enero de 1916, cuando entró en funcionamiento. Tuvo sucesivas ampliaciones para aumentar la capacidad de suministro de energía eléctrica demandada por los establecimientos fabriles y a la electrificación de las redes tranviarias en una ciudad que crecía aceleradamente.
La usina fue proveedora de empleo durante muchos años a la oferta de mano de obra localizada en este barrio. Luego de la venta por sus propietarios al Estado Nacional, se incorporó a SEGBA quien a su vez la transfirió a EDESUR. Más tarde fue operada por la firma metalúrgica ACINDAR, hasta que en 1997 esta última decidió liquidarla debido a la sobreoferta energética y a los costos operativos de la Central. Sus instalaciones fueron desmanteladas y vendidos sus componentes.
Finalmente, el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires adquirió el predio con el objetivo de salvaguardar un bien de gran valor patrimonial, cultural y arquitectónico para los porteños, revitalizar la vinculación estratégica de Puerto Madero con la ribera boquense y dotar al sur de la ciudad de un polo cultural de perfil internacional.