La hilera, que tanto había costado armar así de pareja y ordenada, se rompió de golpe para convertirse en un círculo movedizo. Al centro, imán de ojos, gente de la Asociación Colombófila Sarmiento y voluntarios colaboradores acomodaban las cajas con 160 palomas, listas para ser liberadas. No hubo ya poder humano que encarrilara de nuevo a esa multitud sobre el puente de Circunvalación y España: cuando el Himno llegó a "Sean eternos los laureles…", las jaulas fueron abiertas y, por tandas, las palomas recortaron con sus grises y negros el cielo límpido del mediodía, para redondear una metáfora de libertad que todos acompañaban con agite de banderas.

La suelta de palomas fue uno de los elementos sorpresivos de ayer, coordinado de tal modo que las jaulas fueron abiertas al mismo tiempo en los cruces del anillo con España, con Paula de Sarmiento, con Scalabrini Ortiz (junto a los globos de un móvil radial) y con Hipólito Yrigoyen. Fueron casi 800 palomas mensajeras, todas pertenecientes a distintos criadores de la asociación, que se mezclaron con algunos de los papelitos celestes y blancos que aún flotaban tras ser arrojados desde los aviones.

Según explicó Gustavo Putelli, uno de los propietarios, las palomas mensajeras (especie utilizada ayer en el abrazo) se quedan esperando en el aire hasta que se completa el grupo, y recién entonces se van todas, orientadas por su memoria, hasta los palomares donde son criadas. Y mientras lo decía y acarreaba las jaulas hasta el centro de la avenida, varios bromeaban con cuán parecido sería el gusto de las palomas al de los pollos.

La escena se repitió en los cuatro cruces, uno por punto cardinal: el canto del Himno no impidió que la gente, encantada con la liberación, se pusiera a hacer fotos a las aves hasta que se perdieron en el horizonte.