Falta de combustible, lluvia helada y cortes de energía dificultan la peor crisis humanitaria en Japón desde la Segunda Guerra Mundial, pero los trabajadores de asistencia están reportando algunos progresos mientras se reabren rutas destrozadas y se construyen viviendas.

La lluvia dejó en tierra esta semana helicópteros cargados con provisiones, forzando a las autoridades a depender de las carreteras y demorando la ayuda, dijo la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.

El acceso al agua "continúa siendo una preocupación" en 11 prefecturas, agregó.

Los centros de evacuación, repletos con cientos de sobrevivientes que duermen codo a codo desde hace más de una semana, son ordenados pero claramente se están deteriorando en algunas regiones, acuciados por casos de diarrea, influenza, estrés y fatiga.

"Lo único que podemos hacer es aguantar", dijo Takeshi Murakami, de 67 años, en Kesennuma, en la devastada prefectura de Miyagi, cuyo gobernador dice que unas 15.000 personas murieron por el terremoto y tsunami del 11 de marzo.

Murakami está refugiado en el gimnasio de un colegio junto con otras 450 personas, aunque el lugar albergó a unas 800 la semana pasada. La mayoría escapó sólo con la ropa puesta. Pocos se han podido bañar desde el terremoto de magnitud 9.

El sueño en el refugio es usualmente interrumpido por los gritos de personas que sufren Alzheimer. Los evacuados usan baños portátiles afuera del gimnasio. En un sector, los ancianos se recuestan sobre colchonetas en el piso de madera, donde reciben suero intravenoso.