La chica avanzó desde el final, casi la última fila de sillas dispuestas sobre Avenida Ignacio de la Roza, frente a la Municipalidad de la Capital. Con un hilo de voz y sin poder contener las lágrimas, alcanzó a balbucear su nombre en el micrófono que el padre Darío Betancourt le extendió. En la mano llevaba un audífono y su estuche y según afirmó, lo usaba desde hacía tiempo en uno de sus oídos para poder escuchar aunque sea un poco, porque el otro oído ya estaba perdido. Llorando, le contó al sacerdote que cuando escuchó de su boca la bendición, enseguida sintió que era para ella. Y desde ese momento, su oído enfermo le permitió volver a escuchar, sin necesidad de usar el audífono. "Ya no lo necesitas, porque Dios te ha bendecido, hermanita", dijo el cura y la concurrencia estalló en aplausos.

Fue sobre el final de la misa abierta que el padre Darío Betancourt realizó al término de la primera jornada del retiro espiritual del fin de semana pasado. Casi 2.000 personas coparon las sillas ordenadas por la organización y asistieron a las más de dos horas y media que duró la misa. En su homilía, el sacerdote promovió la devoción al rezo del Santo Rosario, oración que según dijo, "son como rosas que le damos a María". También habló del pecado, utilizando una frase de una encíclica de Juan Pablo II: "Ningún esfuerzo humano logra cumplir la ley de Dios, porque cumplir la ley es un don de Dios", recitó. Para explicar el alcance del enunciado, utilizó todo su histrionismo, al afirmar que "cuando los sacerdotes le decimos a la gente que haga un esfuercito por no pecar, en realidad estamos perdiendo el tiempo, porque el poder para no pecar es un don de Dios y la manera de alcanzarlo es orando".

Al final, hubo oraciones a las llagas del Cuerpo de Jesús para pedir por las distintas partes del cuerpo que cada uno pudiera tener enfermas. Y a la hora de las bendiciones, hizo estremecer a la concurrencia cuando, además de la joven que pudo escuchar sin audífonos, hizo probar limón con sal a una mujer que sufría llagas en la boca causadas por la quimioterapia y que, entre lágrimas, aseguró que tales heridas habían dejado de dolerle durante la misa.