19 años. Un delantero que llegó como refuerzo a Sarmiento y que hoy es la gran figura. El que miran todos. Dueño de una historia particular porque además de haber sido uno de los heridos más serios (fisura de peroné derecho), Carlos es un símbolo del amor por la camiseta. Se crió en Guanacache, a 25 kilómetros de Media Agua y hoy trabaja allá. Todos los días, sale del diferimiento, viaja hasta Sarmiento, entrena y luego viaja a Los Berros, donde duerme en casa de sus abuelos. Al otro día, antes de las 6, colectivo hasta Cañada Honda y de ahí, a Guanacache en lo que sea. Carlos se muere por jugar la final. En la ida, viajó pero no jugó. Ahora, quiere revancha.