La crisis económica internacional caló hondo en los fieles católicos del mundo, dado el escaso número de peregrinos extranjeros que pudieron acudir ayer al Vía Crucis de Jerusalén, en Tierra Santa. “Hay mucha menos gente”, aseguró el español Orencio Cuarter, un fiel que pasó por tercer año consecutivo la Semana Santa en Jerusalén y que notó un bajón considerable en el número de creyentes que se llegaron este año a Tierra Santa. Para este devoto a quien Tierra Santa “cambió la vida”, mucha gente “se habrá quedado con la ganas de venir” por la crisis, y pidió a Dios que la situación se arregle “para que el año que viene no sea yo uno de los impedidos de venir”. Si bien no trascendió el número de peregrinos, habitualmente, debido a las multitudes que llenan las calles de Jerusalén los Viernes Santo, el recorrido puede llegar a durar más de dos horas, pero ayer duró menos de 45 minutos. El Vía Crucis comienza en la parte baja de la ciudadela, y recorre el itinerario que hizo Jesucristo desde su condena hasta su crucifixión y muerte, pasando por cada una de las estaciones de la Vía Dolorosa. Otros indicio de la crisis es que las tiendas y puestos a lo largo del recorrido de la procesión estaban muchos más vacías que en años pasados. La menor afluencia de peregrinos de otros países también hizo que las plegarias en árabe de la comunidad palestina cristiana resonarán más a lo largo del recorrido. Compuesta por unas 200 mil personas en Israel y Palestina, los cristianos en Tierra Santa representan en ambos territorios un muy pequeño porcentaje de sus poblaciones, y afrontan como minorías numerosas dificultades.
