Se enciende la alarma. Los bomberos se visten con velocidad, pero también con precisión. Cierran la puerta de la habitación a sus espaldas y el reloj empieza a contar. Tienen que trabajar rápido y rodeados de obstáculos, pero sin perder la calma. Los sentidos, el oído, el tacto y, sobre todo la vista, quedan disminuidos considerablemente. Y la tensión de saber que hay víctimas cuyas vidas dependen de ellos complica aún más la situación. Por eso, deben mantener sus cabezas frías, a pesar del calor de las llamas. Eso es lo que viven los bomberos cada vez que se enfrentan a un incendio. Y es la misma sensación que experimentan al entrar y actuar en el camión simulador de incendios de la Federación Nacional de Bomberos Voluntarios, que está en la provincia para entrenar a los hombres de las distintas delegaciones.

El humo y el calor se escabullen entre las ranuras de las puertas y ventanas del trailer. La temperatura adentro supera los 200 grados. Los bomberos, ya con sus equipos colocados, ingresan agazapados y en fila. A partir de ahí, no ven nada. El humo, generado en el simulador por una máquina, cubre todos los espacios y está todo oscuro. Se mueven tocando las paredes, colocadas como si el espacio fuera un laberinto. La intención es no chocar con nada y encontrar una puerta o ventana que puedan abrir para generar ventilación y evitar explosiones.

Luego se ven las llamas. Reales. Salen de un prototipo de cocina ubicado en la primera habitación y llegan hasta el techo. Mientras los bomberos las observan para deducir cómo atacarlas, el ladrido de un perro invade el lugar. Y después, la desesperación, se oye el grito de una víctima esperando que la auxilien que, luego, se mezclan con el llanto de un bebé, al que también tienen que rescatar. Su función ahora es encontrar a esas víctimas (que en simulacro se representan con pedazos de maderas o pueden ser personas reales, según la intensidad del ejercicio). Una vez que las localizan entre las llamas, deben sacarlas.

Lo que queda es terminar con las llamas, que emanan también de una estufa, que está en la segunda habitación. El fuego la rodea y se empieza a extender por el suelo. Y de golpe, sobre ella, nace una bola de fuego que empieza a extenderse por el techo.

Arriba del equipo que trabaja en esos espacios, hay un segundo grupo. Ellos están en el primer piso de la casa simulada. Deben subir una escalera, pero con cuidado. Es que arriba de sus cabezas se ve las llamas que invaden el espacio superior.

Después no les queda otra, deben sofocar el incendio rápidamente, para evitar derrumbes, terminar con la pesadilla y cumplir el último paso: ventilar el lugar.

"Este tipo de ejercicio es la última fase del entrenamiento. Lo ponemos en marcha cuando los bomberos están muy bien capacitados. Si no, vamos por partes", cuenta Raúl Schiro, un bombero que llegó desde Buenos Aires para capacitar a los sanjuaninos. Y detalla que "el primer ejercicio es reconocer el espacio, con pocas llamas y temperatura media. En el segundo, los bomberos deben rescatar a una víctima y sofocar llamas. La temperatura que ponemos en ese caso es más elevada. La tercera etapa contempla el ejercicio completo".

Schiro, que acompaña a los bomberos mientras hacen el ejercicio, contó además que "hemos notado que los bomberos sanjuaninos están en un buen nivel. Aunque les falta capacitación, saben resolver los problemas y no se desesperan. La carencia más grande que tiene está a nivel de equipamiento".