El primer ministro británico David Cameron afronta una creciente presión en su país para frenar la acalorada retórica de Washington contra British Petroleum (BP).

Obama ha dicho que si de él dependiese despediría al consejero delegado de BP, Tony Hayward, respaldó la idea de suspender el dividendo trimestral de la empresa y la criticó por gastar dinero en una campaña televisiva para mejorar su dañada imagen.

La multinacional, que operaba la plataforma petrolífera que se hundió en abril en el Golfo de México y desencadenó el peor desastre ecológico en la historia de EEUU, tiene un enorme protagonismo en la economía británica.

Buena prueba de ello son los casi 1.400 millones de dólares en impuestos que pagó el año pasado al Gobierno británico y el hecho de que millones de jubilados dependen de sus dividendos.

“Cuando uno considera la enorme exposición de los fondos de pensiones británicos a BP, el que una gran empresa británica sea atacada constantemente en los medios comienza a ser un asunto de preocupación nacional”, dijo el jueves en declaraciones a la BBC el alcalde de Londres, Boris Johnson.

Cameron insistió ayer durante su conversación con Obama, en “la importancia económica de BP tanto para el Reino Unido, como para EEUU y otros países”, según el comunicado hecho público por la residencia oficial británica.

La tercera mayor petrolera del mundo, después de ExxonMobil y Royal Dutch Shell, tiene 80.000 empleados, ingresos superiores a los 239.000 millones de dólares en el 2009 y una capitalización que todavía supera los 100.000 millones de dólares pese al reciente batacazo en los mercados.

Según el comunicado divulgado por el Gobierno británico, que contiene más detalles sobre BP que el hecho público por la Casa Blanca, Obama “dejó claro que no tiene ningún interés en socavar el valor de BP”.