El comandante Juan Cabot tuvo a su cargo la conducción de una de las seis columnas que integraron el proyecto sanmartiniano dirigido a contribuir a la restauración de la libertad en Chile. Y una creencia muy arraigada afirma que antes de partir, Cabot y sus oficiales habían escuchado misa en el convento de Santo Domingo y que luego habrían montado en sus cabalgaduras para iniciar el camino hacia Chile. Es más, a pesar de que absolutamente ningún documento corrobora esta afirmación, hace unos treinta años se erigió un monumento frente a las actuales puertas del convento en cuya base, entre otras frases se puede leer: ‘Desde este lugar partieron rumbo a la gloria‘. Sin embargo, es difícil que esto haya sido así.
Sucede que para 1818 el convento ocupaba toda la manzana y la entrada estaba por calle Mendoza. La capilla del mismo (siguiendo la tradición colonial) estaba construida mirando al Este, es decir al Sol naciente. Entonces, para poder actuar de acuerdo con lo que afirma la creencia, habría que haber salido por una ventana.
Mucho menos hubo una misa antes de la partida militar porque implicaba movimientos muy complejos de hombres, materiales y animales. La columna Cabot empleó dos días enteros en completar su movimiento de salida y, como corresponde a todo destacamento militar en marcha, el comandante fue el último en partir. Lo que sí informan los documentos es que el 5 de enero de 1817, casi dos semanas antes de partir, el sacerdote Manuel de Torres se dirigió al gobernador José Ignacio de la Roza en los siguientes términos: ‘Adjuntando toda la exactitud y actividad de mi deber, a la ejemplar y religiosa disposición de Vuestra Señoría que se dignó significarme en oficio del 27 pasado diciembre, no he dispensado un solo esfuerzo a mi alcance hasta hacer efectivo el piadoso entable de la rogativa general que tengo el honor de comunicar a Vuestra Señoría principada en todas las iglesias de mi comprensión, al sagrado objeto, anunciado al público en los tiempos prevenidos de interesar con nuestras preces, la poderosa protección del Eterno, por el feliz acierto, prosperidad, y victorias de nuestros Ejércitos; y con especial del intrépido de los Andes contra el Tirano Usurpador de nuestra libertad‘. Esto viene a significar en lengua castellana del siglo XXI que habrá rogativas en todas las iglesias de San Juan, por la victoria de nuestros ejércitos y especialmente por el de los Andes, de cuya parte formaba la columna Cabot. El sentimiento religioso de quienes cruzaron la cordillera era muy profundo y la Iglesia, como en todas las circunstancias, supo estar de lado de su gente. No hace falta imaginar nada cuando los documentos muestran que la realidad supera cualquier ficción.
La columna Cabot, o del Norte como también se la conoce, estuvo integrada mayoritariamente por gauchos voluntarios sanjuaninos.
Y está muy bien que nuestra ciudad erigiese un monumento a la gesta de Cabot, además de que es una excelente idea que se lo haya realizado frente al convento de Santo Domingo. Fue el lugar donde siempre se alojo San Martín y prestó sus instalaciones para que allí se instalase el Batallón número 8.
Además es la orden dominica la que cuidó y cuida lo que resta del marco edilicio donde se desarrollaron estos hechos. El lugar para el monumento es el ideal, pero no tiene sentido desmerecerlo inscribiendo frases que son producto de una creencia. Otras frases más próximas de la construcción histórica lo enaltecerían mucho más.
