Por Dr. Antonio De Tommaso
Director de IOPPS
Las campañas electorales originales trascienden las barreras territoriales. En el mundo de las campañas electorales, el fenómeno de la originalidad puede impactar en la propagación del mensaje, generando simpatías, pero no necesariamente votos y el todo puede transformarse en "contra producente".
La reacción del electorado es siempre inesperable, cuando esa originalidad es, coherente y proponente puede ser exitosa, por el contrario si se la percibe actuada, impuesta, los resultados podrían ser desastrosos. Si bien es cierto que el
mensaje o slogan es un pilar en las campañas electorales, no menos cierto es que la mala construcción del mismo puede llevar al fracaso en una contienda electoral.
En las campañas políticas no se habla de reinventar la rueda, sino más bien, de enfocarse en realidades del contexto social donde se ejecuta la misma.
La originalidad y creatividad son elementos esenciales en todo el mundo publicitario y de la comunicación y aún más cuando hablamos de campañas políticas, pues se trata de un público más exigente que es el target electoral, que exigen a sus
candidatos que presente propuestas viables a los problemas que los aquejan. En fin toda campaña electoral debe enviar mensajes que resulten contagiosos y agradables al electorado. Que lleven propuesta y esperanza, que muestre el alma del plan de gestión. Es necesario tener cuenta que no necesariamente lo que le funcionó a Juan le resultará a Pedro.
En la actualidad y después de 30 años de elecciones observamos que las campañas no se renuevan lo suficiente para atraer al elector. Están tan enquistadas como los partidos y el propio sistema. Y es evidente que toda publicidad depende del
producto. Y si el producto no varía, su comunicación tiende a repetirse.
Hasta ahora y salvo mínimas excepciones en estos años, las campañas son demasiado previsibles. Dicen las cosas de tal modo que para la mayoría de los electores son un déjà vu’. Las campañas no renuevan ni las formas ni los contenidos, son los candidatos los que están obligados a cambiar el modelo "y su producto".
Cuando se pierde la frescura el electorado se aburre. Y ese es el más mortal de los pecados en toda campaña electoral. Las campañas sin frescura, inventiva u originalidad pasan parafraseando al famoso publicista David Ogilvy como un barco en la noche: o no lo ves o hay que mirar mucho.
Si el mensaje, la idea y la propuesta no son claros, diferentes, y que el electorado no lo visualice como más de lo mismo, tienden a alejar a la gente, pues todo pasa a ser previsible. Es como un viaje a la reiteración. Lo grave no es la falta de idea del publicista sino la falta de ideas de los candidatos. En estos pocos días de campaña todavía no hemos observado nada que rompa con esquemas viejos o establecidos.