Sólo se oye un silbido fino y tranquilo cuando las alas se balancean libremente movidas por aire. Mientras, se puede mirar hacia arriba para contemplar el cielo o hacia abajo, para observar el suelo y todo lo que lo cubre, en miniatura. Ese vuelo, similar al de las aves, es el que se experimenta sobre el aeroplano. DIARIO DE CUYO subió a una de esas naves durante el Show de Acrobacia Aérea, en el que participa la escuadrilla Hangar del Cielo y que continuará hoy, en el Aeroclub de Pocito (ver aparte).

Las alas que hacen flotar la nave, que pesa 360kg, suman unos 15 metros de largo. El viaje comienza en el suelo, cuando atado por una soga de 60m de largo, el aeroplano es remolcado por una avioneta que le da impulso. Al principio, se percibe el tironeo e incluso los bamboleos, pero una vez que el piloto suelta la soga y se inicia el vuelo a vela (sin ningún tipo de motor), todo es tranquilidad.

Girando para buscar elevarse con las corrientes de aire ascendentes (tal como lo hacen los cóndores o los parapentes), el aeroplano llega cerca de los 1.000m de altura y luego se deja llevar. La cápsula transparente bajo la cual viajan el piloto y el pasajero permite observar cada detalle en un silencio casi absoluto, que sobrevive hasta el momento del aterrizaje, en el que la nave toca el suelo y frena rápidamente para quedar sostenida otra vez por su única rueda.