Es fanático de los colores de su marca y moto preferida, el naranja y el negro. Por eso, no sólo su máquina los mantiene, sino que convenció a sus padres de que le pintaran su habitación con esos colores, las rejas de la casa, y hasta que le compraran sábanas y frazadas de color naranja. Rodrigo González es un niño de 11 años que cuando no va a la escuela o se junta con sus amigos, salta a toda velocidad en un circuito de motocross. Es más, casi la mitad de su vida se la pasó corriendo en moto, ya que a los 6 le compraron su primera máquina. Es actual campeón sanjuanino en la categoría Infantil y el único piloto de esa edad participando del torneo argentino.
Rodrigo corre porque sigue los pasos de su padre, Jesús. Ya a los 4 años andaba en cuatriciclo porque su papá pretendía que tuviera un periodo de adaptación para acostumbrarse al ruido del escape y la aceleración. A los 6 pasó a la moto y, de la mano de su talento para dominar la unidad, empezó a correr en las pruebas organizadas por ASER, en el circuito de Ullum.
El piloto recordó que aquella moto no era de punta, pero que igual aceleraba bien. Es más, en su primera carrera terminó en la tercera posición. Sus padres, más nerviosos que él, se ubicaron en distintos sectores del trazado para asistirlo por si sufría algún problema.
Ahora, el chico es quien obliga a su padre a que lo lleve al circuito a entrenar y, por supuesto, a las carreras. Además, todo el tiempo está enfocado en mejorar la moto nueva, de mejores prestaciones que las del debut. Si hasta con su padre viajaron más de 1.000 kilómetros sólo para comprar una corona nueva para la transmisión. Al motocross, padre e hijo lo llevan en las venas.

