Delincuentes audaces, astutos, fríos. Tenían todo absolutamente planeado. Por la forma en la que actuaron, se trató de un robo de características sorprendentes e inéditas en la provincia. Ocurrió el 30 de junio de 1971 y los pesquisas de la época no podían creer lo que había pasado. Eran descarados y estaban dispuestos a todo, pero sin dejar nada librado al azar. El hecho estuvo fríamente planeado y ejecutado. Armados hasta los dientes, cinco ladrones interceptaron un camión blindado del Banco San Juan que tenía como destino Ullum y arrasaron con todo. 

El plan delictivo incluyó dos engaños claves, en los que un taxista y un camionero fueron las víctimas. El tremendo raid comenzó minutos después de las 7. Tres hombres jóvenes tomaron un taxi. Uno se sentó al lado del chofer y los otros en el asiento trasero del vehículo. No dijeron ni una palabra hasta salir de la ciudad. Viajaron por Avenida Libertador y al llegar a Rastreador Calívar el conductor escuchó que los de atrás charlaban sobre la forma en la que arreglarían el camión que había quedado en la ruta. 

Metros después de cruzar el puente que por entonces atravesaba el Río San Juan, uno de los sujetos sacó una pistola y le apuntó sin titubear al chofer. Lo obligaron a frenar, sugiriéndole que no se resistiera, le taparon los ojos con una cinta adhesiva y lo hicieron bajar. Luego lo sentaron y le ataron las manos. "No hagas nada si querés seguir vivo", le dijeron. Minutos después, llegó un camión en el que se trasladaban los otros dos maleantes. 

El precario identikit con el que buscaban a los ladrones. 

 

Estos últimos, casi a la misma hora que los otros tomaban el taxi, se acercaron a Las Heras y Libertador, donde un camión se encontraba estacionado. Allí le preguntaron al conductor si estaba libre para realizar una mudanza. La respuesta fue afirmativa y el destino fue el mismo del taxista. Llegaron, le ordenaron bajarse, lo ataron y lo sentaron a su lado.

Ahora sí, estaban los cinco juntos y la concreción del plan estaba cada vez más cerca. Después de unos minutos, uno de ellos dio la voz de alarma: "Atentos que ya vienen", dijo. 

El taxista y el camionero engañados para cometer el atraco.

 

Como todos los meses, un grupo de empleados del Banco San Juan se trasladaba hasta Ullum en un blindado para pagar salarios al personal de la Empresa Agua y Energía. Todo transcurría con normalidad hasta que llegaron al puente. Allí observaron al camión que imprevistamente les cerró el paso, obligándolos a detener bruscamente la marcha. Los delincuentes armados con ametralladoras y a cara descubierta hicieron descender a los empleados bancarios. 

Luego, llegó el turno de un nuevo rehén. Un bombero que pasaba por el lugar. Lo mismo con otro camionero. Todos, uno al lado del otro, atados y amenazados. Lo curioso es que al momento de declarar en la policía cada uno definió a los individuos como "chicos cultos, bien vestidos y especialmente amables". 

Los cinco tomaron el dinero y se dieron a la fuga en el taxi robado, que luego fue hallado abandonado en el callejón Juan Kelly, cerca de Ignacio de la Roza, en Rivadavia. La policía encontró en el vehículo el maletín en el que los trabajadores llevaban el dinero de los sueldos y un pañuelo blanco en el que habían decenas de clavos ‘miguelitos’, utilizados para impedir que otros autos se acercaran al lugar del atraco. 

La búsqueda de los individuos se extendió por meses. Los testigos fueron citados a declarar una y otra vez. La policía intentó recabar cada dato, cada detalle. Reconstruir lo ocurrido para dar con los malechores fue el objetivo durante un largo tiempo. Sin embargo, poco se supo de la cantidad de dinero robado y del paradero de los cinco hombres que cometieron el atraco.