El nuevo hospital Guillermo Rawson es absolutamente distinto al que está funcionando actualmente. No tanto en su color, ya que conserva el verde pastel típico de los centros de salud, como sí en sus instalaciones. Los pasillos que conectan los servicios son anchos y están muy bien iluminados. En cada sala de espera hay bastantes sillas, como sillones en las salas de residentes. Y el sistema contra incendios, así como el de seguridad en general, es de vanguardia en la provincia, sólo comparable al que tiene el Centro Cívico.

En la planta baja, el hall tiene un sector de recepción de pacientes (que ayer estuvo ocupado por periodistas y públicos) y una galería que a la vez es patio de luz, cubierta por una gran cúpula vidriada. Hay dos escaleras con descanso, de casi 2 metros de ancho cada una, y ascensores.

En los pisos superiores, cada sala y cada servicio está señalizado con carteles, unos rojos y otros verdes. Las hileras de butacas para familiares están atornilladas al suelo y los basureros, atornillados a la pared. Todos los pisos tienen salidas de emergencia, indicadas con cartelería luminosa, además de mangueras, matafuegos y pulsadores de alarma por incendios, accesibles a todo el público.

El dato curioso es que en los techos de los pasillos hay cámaras de video, junto a las luminarias, que enfocan todo lo que sucede. La seguridad es un punto fundamental en el futuro funcionamiento del hospital, considerando antecedentes de robos continuos que acarrean tanto el Rawson como el Marcial Quiroga.

En todos los espacios comunes hay ventanales amplios, que abren hacia afuera y dan sobre un patio central, de alrededor de 10×10 metros, que tiene canteros, césped, una palmera y otras plantas. Y que ayer tenía además mesas y sillones para un ágape tras el acto.