Salvo uno que otro asado encarado por algún valiente que se le animó a la parrilla pese al calor, ayer para el almuerzo de Navidad en familia y al aire libre la más elegida fue la opción táper. Como en casi todas las casas quedó comida de la noche anterior, sanguchitos, arrollados, peceto y hasta la ensalada de frutas, fueron rescatados de la heladera y transportados, en su correspondiente hermético, hasta los lugares que eligieron los sanjuaninos para compartir en familia o con amigos.

Algunos eligieron las piletas de los clubes, pero otros, haciendo caso omiso de las prohibiciones, acamparon junto a los reservorios de la Quebrada de Zonda y convirtieron el lugar en piscina de natación. Muchos ni siquiera pensaron en el traje de baño: a partir del mediodía, el calor intenso fue la excusa ideal para meterse al agua con ropa y todo.

Donde la prohibición tuvo efecto fue en el río San Juan, antes de llegar al dique de Ullum, porque una guardia policial colocada estratégicamente se encargó de persuadir a los bañistas para que no se aventuraran más allá de la cinta que bloqueaba el paso. Y por si la presencia policial no fuera suficiente, montículos de tierra y piedras de gran tamaño bloqueaban el paso a los intrépidos que quisieran bajar al río para hacer kayak o para bañarse en esa zona vedada.

En los clubes y campings el panorama de concurrencia fue parecido. Cerca de las 16, una larga fila de personas esperaba para poder entrar al camping de Rivadavia, uno de los más concurridos por las familias. En el perilago del dique de Ullum, los complejos con pileta fueron los que más gente recibieron, mientras que aquellos que no cuentan con esa comodidad, directamente permanecieron cerrados.

En las cercanías de El Pinar, un control policial retiró las motos de aquellos conductores que no iban en condiciones de manejar, los que tuvieron que volverse caminando, con sus cascos e implementos de camping en la mano.