Ni bien el profe dijo "bueno, ahora nos vamos a la pileta", todos salieron corriendo. La cancha del camping de ATSA, donde hasta hacía un rato habían estado jugando un picadito, les pareció interminable y la atravesaron a la carrera, para llegar al agua más rápido. Dentro de la pileta, otro grupo ya disfrutaba a sus anchas del primer día de agua después de que las nubes y la lluvia de los días anteriores los mantuvieron secos, pero activos. Como Agustín, un pibe de 11 años del barrio Franklin Rawson, que contaba los minutos que le faltaban a su grupo para entrar a la pileta mientras atajaba en el arco de la cancha de handball. "La pileta es lo más", contestó sin dudar cuando se le preguntó qué era lo que más le gustaba de la colonia.

Con paciencia a prueba de todo, los profes Jorge Olivera, Pablo Quiroga y Guido Rodríguez se las arreglaban para cumplir con las actividades planificadas, que incluían juegos como carreras de embolsados y la ronda del huevo podrido y deportes como handball, softball, vóley y fútbol. "Tratamos de estimular vocaciones deportivas. Pero sin duda, ellos prefieren el agua", dijo resignado Jorge, mientras coordinaba los horarios de pileta para que nadie quedara afuera.

En el camping de CESAP, los más chiquitos esperaban ansiosos, mientras el profe Julián inventaba juegos y distracciones para demorar un rato el ingreso al agua. "Hoy jugamos con masa de sal y ayer estuvimos haciendo volantines, para entretenernos un poco y compartir el día, porque no se podían bañar", contó.

En el Centro Valenciano era imposible comunicarse dentro de la pileta, porque los chicos daban rienda suelta al entusiasmo jugando y salpicando agua para todos lados. "Si hay sol, aprovechamos la pileta al máximo. Claro que tenemos otras actividades programadas, pero si les preguntás a los chicos, ellos prefieren la pileta", contó el coordinador de la colonia, Juan Ferruccio. Y para darle la razón, los talentosos futbolistas que hasta unos minutos antes se medían en un enardecido encuentro entre los "con remera" y los "sin remera" (que terminó 3 a 3), revolearon los toallones al aire cuando les dieron vía libre para entrar al agua, de la que solo saldrían cuando tuvieran los dedos arrugados.