Hombre orquesta, Pablo Tabachnik fue organizador y director del Grand Prix. Un rato antes de semifinales, cargaba los tableros electrónicos, desarmaba las mesas y corría carteles. Pero al momento de jugar, cambiaba el chip y se concentraba en lo suyo. Y quizás por estar tan involucrado, es que sintió la presión de jugar de local. “Mucha gente vino a ver jugar y también a ganar. Después de tantos años, esta final era quizá una oportunidad única para mi. Y la verdad que en el 10-8, cuando la gente empezó a alentar y a gritar sentí algo que no es normal, que no debería pasarme después de haber vivido tantos partidos y torneos: Sentí la presión por ganar. Pero fue lindo, porque todo salió bien. Fue un orgullo”, confesó Tabachnik tras la final. “A nadie le gusta perder, pero hoy (por ayer) en particular me hubiese dolido mucho si no ganaba el torneo, después de tanto trabajo. Hubiese sentido un vacío muy grande”, agregó. Sobre la final, dijo que “fue realmente un partido duro. Con Gastón entrenamos desde hace casi 10 años y nos conocemos mucho. El venía muy bien y de hecho era mi candidato. Pudo haber sido para cualquiera”, indicó el sanjuanino. “La verdad, que me relajé un poco después de ponerme 3-1. Es natural, es un juego de mucha tensión y hay pequeños momentos en que uno se relaja y empieza a perder puntos. Después me tocó ir desde atrás y generalmente viene más embalado el que está remontando, así que aproveché eso. El tenis de mesa bien jugado es así, muy cerrado y la definición se da por una cuestión de táctica en el final. Esta vez me tocó a mi”, dijo el campeón.
