Desde el primer día en Barreal, Damián Escobar integró el grupo de expedicionarios pero había algo distinto en su rostro. Al principio no se podía dilucidar ya que estaba fusionado en el grupo, pero era cuestión de horas para ver que esa persona iba a protagonizar su propio cruce de los Andes. Horas más tarde esa persona tomó sus pertenencias, sus bastones de trekking, se colgó su mochila, cargó agua y comenzó a recorrer la ruta sanmartiniana a pie, totalmente solo. En algunos tramos lo acompañaba una mula carguera, en otros nada más que su humanidad.
Damián Escobar comenzaba su propia hazaña, poder cruzar la cordillera de los Andes, por el mismo camino que San Martín a un año y medio de haberse recuperado de un accidente cerebro vascular que lo dejó al borde de la muerte.
"Hace un año y medio le dio un ACV y hoy está haciendo el cruce caminando. Es un ejemplo de vida. Tuvo una recuperación tremenda. Demostró que tenía una enorme voluntad de recuperarse y eso está a la vista". Esa fue la frase del médico que atendió a Escobar, Mariano Sisterna.
Este expedicionario "especial" comenzaba su jornada tres horas antes que el resto, ya que el ritmo de viaje es más lento que el que impone el caballo o mula y tenía la necesidad de llegar de día a los refugios y postas que se habían prefijado por la organización.
Quien lo veía caminando en medio de la inmensidad de la cordillera profunda, percibía el sacrificio que este hombre estaba realizando. Con calor y con frío, sin un término medio ya que el clima extremo en alta montaña no conoce de medias tintas. Escobar caminaba y caminaba, se paraba solamente para darle un respiro a sus pies, recargar agua, líquido esencial para evitar caer en medio de la travesía, o hacer sus necesidades, nada más.
Cada jornada que finalizaba, tras hacer ejercicios de elongación, se cambiaba su ropa y buscaba mezclarse con el resto de los expedicionarios para distenderse. De todas maneras es un hombre de pocas palabras, reflejando claramente que estaba realizando un proceso interno que solamente él conocerá en detalles.
"Creo que hay muchos momentos en los que uno habla más con uno mismo más que con los demás. Son muchas horas que si bien estás en contacto con gente, uno está solo. Principalmente uno termina siendo un agradecido de la vida, nos da tantas cosas que no nos damos cuenta, como por ejemplo la salud, el confort y la familia. Son cosas que damos por sentado y no es así, somos agraciados. Es una oportunidad para hacer un recogimiento personal y dar gracias por eso", dijo a DIARIO DE CUYO.
A la hora de hablar de esos fantasmas que muchos expresaron haber sufrido durante el cruce, miedos, Escobar prefirió cambiarlos por desafíos. "Miedos no tuve, sino que afronté desafíos en vez de miedos", dijo.
El desafío era poder llegar al límite y lo hizo, compartió el acto con los más de 250 presentes en la divisoria de aguas internacional y cantó el Himno sin evitar emocionarse como el resto. Su regreso fue distinto ya que el lomo de un animal lo encontró buscando el camino que lo traería a la ciudad, con el gusto de la meta alcanzada.

