Los mercados internacionales están exigiendo conocer cuánto CO2 (dióxido de carbono) emiten sus proveedores durante toda su cadena productiva. Un país que exporta al mundo alimentos debe cuantificar y gestionar las emisiones de CO2 que se liberan al ambiente, primero porque lo exigen los mercados y segundo por una mayor conciencia ambiental. Argentina está realizando poco en este tema. En San Juan recién se está comenzando a hablar. En Francia, a partir del próximo año, un importante número de alimentos deberán especificar en sus etiquetas su huella de carbono. Nueva Zelandia, lleva la delantera en cuanto a estandarizar criterios de certificación internacional al crear el programa CarbonZero. En Francia y en Inglaterra para tener un producto en la góndola del supermercado, se exige que los productos tengan un etiquetado de huella de carbono. Si una empresa decide comenzar a medir cuánto emite de dióxido de carbono en los productos que produce, envasa y vende, un problema no menor que deben enfrentar, es que para medir la huella de carbono no existen estándares o protocolos reconocidos oficialmente por todas las partes involucradas. La medición de la huella de carbono es una cadena que parte con la elaboración de un estudio de cuantificación o medición, sigue con una auditoria de verificación por un tercero y concluye con una eventual compensación de emisiones vía compra de certificados de reducción de emisiones (los llamados “bonos de carbono”). En el plano de la medición de CO2, existe una gran heterogeneidad de empresas que ofrecen ese servicio. Para que una certificación sea creíble el método de verificación debe estar avalado en pruebas científicas y acreditado idealmente por una universidad internacional. No todas las consultoras entregan las mismas garantías, ya que muchas de ellas utilizan técnicas que no son aceptadas o reconocidas internacionalmente. No existen criterios estándares para definir cuánto tiempo demora realizar el levantamiento de toda la información necesaria. Eso depende de la complejidad del proceso y del tamaño de la empresa a medir. En algunos casos, una empresa sólo calcula la huella de un producto determinado, mientras que en otros casos se mide la cantidad de emisiones de CO2 de todo un conglomerado, lo que puede extenderse entre dos meses y un año, aproximadamente. Uno de los aspectos que mayor desarrollo han tenido en el mundo es el relacionado con los llamados bonos de carbono. Se denominan así a las Reducciones Certificadas de Emisiones de Gases Efecto Invernadero o CERs. El CER es la unidad que corresponde a una tonelada métrica de dióxido de carbono equivalente. Este mecanismo surgió como una herramienta de descontaminación para reducir las emisiones contaminantes y es uno de los tres mecanismos propuestos en el Protocolo de Kyoto. El mercado de carbono se viene desarrollando a nivel mundial desde 1996. Durante 2002 se estimaron transacciones cercanas a 70 millones de toneladas y en el 2006 se transaron bonos equivalentes a 522 millones de toneladas. El sistema ofrece incentivos económicos para que empresas privadas contribuyan a mejorar la calidad ambiental y consigan regular la emisión generada por sus procesos productivos, considerando el derecho a emitir CO2 como un bien canjeable y con un precio establecido en el mercado.
