Por Mirta Fernández, Agencia DyN

Una vez más, la cumbre dejó al descubierto que aún falta mucho en el terreno comercial para concretar una verdadera integración regional.

Otra vez quedaron en evidencia los fuertes cortorcircuitos que existen entre los principales socios del Mercosur, Brasil, y Argentina por un lado, y sus socios minoritarios, Uruguay, y Paraguay, debido a las asimetrías comerciales, y trabas de ingresos a sus productos.

Así, fracasó nuevamente por ejemplo el objetivo de alcanzar una consolidación de la Unión Aduanera, entre los que se destacan la Eliminación de Doble Cobro del Arancel Externo Común, y el Mecanismo de Distribución de la Renta Aduanera, por lo cual, en el acta final de los presidentes solo se exhorta a continuar los trabajos para su pronta implementación.

También quedó pendiente para una nueva reunión del Consejo del Mercado Común que reúne a los cancilleres de los países, poner en marcha el Parlamento del Mercosur (Parlasur) ante la falta de consenso en lo relativo al nivel de representatividad que tendrá en ese órgano político cada país.

Así queda inexorablemente la sensación que en esta ocasión lo que salvó a esta cumbre de ser rotulada como un fracaso fue la unanimidad presidencial en torno a una enérgica condena al Golpe de Estado de Honduras, y la decisión de aunar esfuerzos para combatir la Gripe A, y sobre todo para garantizar el acceso en cuanto a costos y distribución de una eventual vacuna para enfrentar el virus.

O sea, que los países más desarrollados no tengan prioridad y dejen excluidos a los países emergentes. Vaya paradoja, lo mismo que piden los socios menores del Mercosur, que aún no se concreta.