Poco le importa caminar 7 km de ida y vuelta, en medio de la noche, por calles en las que las únicas luces son las que se cuelan por las ventanas de alguna que otra casa. Tampoco le preocupa el frío, que en esa zona de descampados y calles húmedas se siente hasta en los huesos. Ella dice: ‘sólo quiero aprender‘. Por eso, todos los días llega a las 19,30 a la escuela para adultos de Médano de Oro (Rawson) y exprime a “La Seño”, como llama a su profesora, hasta las 21, para sacar todo el conocimiento posible. Así, en sólo 3 meses, pasó de no saber ni siquiera dibujar su firma a leer y escribir. Como un premio a su esfuerzo, las autoridades de la escuela le permitieron ser abanderada en el acto del pasado 20 de junio, jornada en la que, además del Día de la Bandera, festejó sus 60 años.

Su nombre es Ramona Argentina Fredes, pero le gusta que la llamen Chicha, apodo que carga desde que tiene memoria. Incluso la llamaban así en su primera experiencia escolar. “Yo iba a la escuela, pero a los 9 años mi papá me sacó para trabajar. Todavía no sabía leer y lo poco que aprendí se me olvidó”, cuenta la mujer con las manos unidas sobre su regazo. De aquella época recuerda los días enteros en la finca en la que sus tareas variaban entre cosechar y escardillar.

Al casarse, Chicha dejó el trabajo para criar a sus 5 hijos. “Ellos sí fueron a la escuela”. A veces, mientras estudiaban, me hacían preguntas y yo tenía que decirles que le preguntaran a su papá. “Él sí estudio”, dice la mujer, que aprendió a conocer el valor de los billetes sólo porque debía hacer las compras del hogar.

Al ver estas complicaciones pensó en empezar la escuela de nuevo pero, otra vez, se lo impidieron. “Mi marido decía que iba a encontrar un novio”, recuerda. A mediados del año pasado su esposo falleció. Ella tomó valor y, ni bien comenzó el nuevo ciclo lectivo, en marzo, empezó a cursar la primaria en el nocturno Almirante Brown. ‘Mi marido, mis 4 hijas y mi hijo estudiaron, ahora me toca a mí‘, dice.

La decisión no deja de darle satisfacciones, tras 3 meses de estudio puede leer los textos que le da su profesora, escribe oraciones y, por supuesto, firma con su nombre. Además, sabe hacer cuentas, aunque admite que todavía le cuesta la división. Encima, tuvo la posibilidad de mostrar sus méritos a sus hijas. Ellas estuvieron en primera fila en el acto en el que Chicha portó la Bandera, el pasado 20 de junio. “¿Qué sentí? Muchos nervios”, cuenta. Y se ríe cuando el director, Roberto Funes, le recuerda que además se pasó todo el acto llorando por la emoción.

Pero ese día, en que además festejó su cumpleaños número 60, también fue duro para la flamante estudiante. Recibió la noticia de que su padre había muerto. “Este fue un año con muchos cambios en mi vida, buenos y malos”, es lo único que Chicha dice al respecto y su optimismo no la deja perder la sonrisa.

En cuanto al futuro, dice que le gustaría seguir estudiando y conseguir algún trabajo, ya que ahora vive con un plan que le pagan por ir a la escuela y con la ayuda de sus hijos, a quienes no quiere molestar. Su meta: llegar a ser costurera.