Apenas arrancó el escrutinio, Macarena Guerrero ya se lo veía venir: los votos le iban cayendo en capas, a borbotones. Saludaba ya casi automáticamente cada vez que los locutores nombraban su departamento. Y mantuvo la misma sonrisa durante los minutos de suspenso, aún cuando Valle Fértil había sido mucho más nombrado que el resto, hasta que vino el anuncio: Macarena, de 18 años, acababa de convertirse (con 20 de casi 70 votos) en la nueva Reina Nacional del Sol, en el cierre de la edición 2010 de la fiesta más importante de San Juan, en el autódromo El Zonda – Eduardo Copello.
Hasta que Susana Giménez, madrina de la Fiesta Nacional del Sol, y la invitada especial Mirtha Legrand le colocaron juntas la corona, había pasado un largo tramo. Por ejemplo, Macarena había terminado de desistir de correr en la última edición del Safari Tras la Sierra en su Valle Fértil natal, por sugerencia de su padre. "No vaya a ser que se lastime la carita ahora que es candidata", había dicho el odontólogo y piloto Daniel Guerrero sobre su hija y navegante. Tan fierrera es Macarena, que para su cumpleaños de 15 postergó una semana la prueba de su vestido en Capital, nada más que para poder correr el safari con su padre, en el Dodge 1500 pintado de azul y amarillo.
En octubre pasado, cuando ganó la elección en su departamento, la joven tuvo unas palabras premonitorias: "Esto no va a cambiar ni mi estilo de vida ni mi forma de ser, aunque sé que lo que viene puede transformar a cualquiera". Y, puesta en la hipótesis de coronarse Reina, adelantó que no le molestaría graduarse con retraso en Abogacía si se debía a tener que cumplir tareas como soberana del Sol.
Macarena I, la nueva Reina, no era la única que lloraba emocionada anoche. La primera en quebrarse había sido la calingastina Ana Victoria Ossa, de 19 años, quien resultó electa Virreina Nacional del Sol, con 13 votos. La rubia estaba exultante, y lo demostraba en cada abrazo que daba a su antecesora, la jachallera Belén Chávez, y en cómo agradecía las felicitaciones y los cariños de Susana y Mirtha. Y, contra su voluntad, aportó el toque de humor a la noche, cuando tuvo que agacharse hasta casi doblarse por la mitad, para que su metro ochenta (sin contar los tacos) fuera accesible a las divas que le colocaban la corona, para darle así un brillo adicional a esta estudiante de Kinesiología que llegó como candidata única de Calingasta, tras la descalificación de dos chicas que no cumplían con los requisitos.