Una voz inicia la cuenta regresiva para el ascenso y en las 3 pantallas de enfrente se ve el humo que sale de la nave virtual. El habitáculo en el que están los espectadores eleva su punta y comienza a vibrar para el desarrollo de la misión: dejar un satélite en el espacio. Pero, antes de eso, los tripulantes vivirán peripecias que les harán temblar las piernas. Eso se puede sentir en el Discoverer, un simulador de cohete espacial que se mueve y usa tecnología 3D para que los pasajeros viajen a las estrellas imaginariamente. Ese dispositivo estará en Rawson todas las vacaciones de invierno.
“Atención tripulación, a partir de ahora deben seguir las instrucciones”, dice la voz en off. Las pantallas se encienden y los espectadores, sentados como si estuvieran en un avión y con los lentes de 3D colocados, inician el viaje. De a poco, la nave sube la trompa y la inercia logra que las espaldas se peguen a los asientos. En las pantallas se ve el ascenso y la voz ofrece detalles técnicos sobre el despegue.
Justo cuando el cohete se estabiliza se oye la voz alarmada del piloto: “Vamos a chocar con un meteorito”, dice. El habitáculo de los espectadores vibra y en la pantalla aparece una roca que se acerca cada vez más hasta que impacta. Todo se mueve, adelante se enciende una luz roja que simula ser fuego y en las pantallas vuelan plaquetas y chapas que parecen pegar en las caras del público. Sin embargo, la nave vuelve a la normalidad y el satélite es dejado en el espacio.
Aún queda el aterrizaje, que volverá a levantar la adrenalina tras el peligro de un choque contra la ciudad de Nueva York. Pero, con el último respiro, el cohete llega a la pista. El público respira y se dispone a volver a pisar la Tierra.