Que los hombres puedan tener varias esposas. Que no haya agua potable, mientras que una porción de la población conduce un Mercedes Benz último modelo y vidrios polarizados. Que esté prohibido tomar fotografías y mucho menos contar demasiado sobre la tarea que desempeña. Mauricio Kenny, un sanjuanino de 29 años, todavía no termina de procesar ese modo de vida. El muchacho es programador universitario, egresado de la UNSJ, y ahora vive en Guinea Ecuatorial, uno de los países más pequeños de África, pero más ricos en recursos naturales.
La pregunta obligada: ¿qué es lo que llevó a un joven profesional que pasó toda su vida en San Juan, donde la lluvia pasa a ser un milagro cuando la sequía azota los valles, a instalarse en un país en el que la humedad penetra los huesos porque está ubicado casi en la línea del Ecuador? Mauricio no duda en responder. "En San Juan tenía un techo profesional. Necesitaba seguir creciendo y aunque las condiciones sociales no son las mejores en África, es un escalón importante para lo que hago".
Mauricio casi no tiene registros fotográficos del país donde vive desde el año pasado. Apenas algunas tomas que pudo hacer en la playa. Dice que está prohibido tomarse fotos con los habitantes del lugar. La dictadura extrema que se vive en ese punto del planeta no deja de asombrarlo. El presidente Obiang Nguema llegó al poder mediante un golpe de Estado en 1979. Curiosamente, el derrocado fue su tío. De ahí en más varias organizaciones internacionales de derechos humanos lo acusaron de torturas, desapariciones y mantener presos políticos. Hasta la presidenta Cristina de Kirchner le dio un "tirón de orejas" cuando el dictador visitó Argentina hace un par de años.
Mauricio nació cuando en Argentina ya había concluido el proceso militar. Es por eso que antes de irse del país, la persecución y la censura sin límite para él sólo eran lejanas historias que escuchaba de los que habían vivido los "70. Quizás por eso hoy tiene la sensación constante de estar viviendo en otro planeta. Sobre todo cuando es detenido a cada rato por la policía africana para pedirle documentación. "Si sos blanco no te dejan en paz. No se puede salir ni una cuadra sin documentos", dice. En contrapartida, los de piel clara son los más buscados por las africanas. Para ellas, casarse con un extranjero es la oportunidad de salir de la pobreza. Mauricio bromea al respecto. "Estoy por casarme, pero con una sanjuanina. No tengo intenciones de tener varias esposas", dice.
Poco es lo que está autorizado a contar sobre la tarea que desempeña en ese país. Lo único que se atreve a decir es que coordina un equipo de sanjuaninos que está encargado de confeccionar los soportes informáticos para el sistema de seguridad de dos aeropuertos de Guinea Ecuatorial. Cuando Mauricio vivía en San Juan, se dedicaba a desarrollar softwares para una empresa de energía eléctrica.
Esta porción de África tiene una historia atípica. Fue colonia española e incluso formó parte del Virreinato del Río de la Plata, por lo que es el único país hispanoparlante de ese continente. Y ese fue un punto a favor a la hora de la adaptación del sanjuanino. "Ni bien confirmé que me iba a Guinea Ecuatorial, empecé a investigar sobre el país y sus costumbres. Reconozco que en un principio me dio miedo", cuenta Mauricio, que se recibió en el 2008.
La vida en ese país no es fácil. La pobreza es extrema aún cuando es el tercer exportador de hidrocarburos de Africa. En esta porción del planeta sobran el petróleo, el gas natural, el cacao, el café, las bananas y los palmitos. Sin embargo, la expectativa de vida de la población es de 50 años, mientras que en Argentina ronda los 80. "No existe la clase media. Todo es extremo. La pobreza, la riqueza. Los niños mueren de hambre, mientras hay hombres que se pasean en autos ostentosos", cuenta Mauricio, cuyo régimen de trabajo es de tres meses y medio por dos semanas de vacaciones. Cada vez que puede, vuelve a San Juan. "Extraño mucho mi gente. Pero a la vez entiendo que estar en ese país es una oportunidad profesional única", agrega.
Mientras crece profesionalmente, Mauricio se contenta con comer comida congelada (no se atreve a probar la sopa de boa, plato típico de ese país). Extraña el mate y el asado y sólo sale de día. Y recuerda su provincia con alegría cada vez que camina por algún callejón donde sobra la mugre y falta la comida.