De muros altos y con aberturas inmensas, la casona de los Bravo atrae ya desde la fachada. Pintada de furioso anaranjado e identificada con un cartel que reza ‘1800 Multiespacio‘, el edificio que antes fue el primer lugar que ocupó la Escuela Normal de Jáchal Fray Justo Santa María de Oro, hoy alberga un bar y algunos negocios de venta de ropa y accesorios. Una mezcla que para muchos jachalleros, no hace honor al carácter de Patrimonio Cultural Municipal de la casa, mientras que para otros, fue la única manera que encontró Eduardo Del Sacramento, su dueño actual, para frenar el deterioro que sufría la construcción por el paso de los años.

La historia de la casa está ligada indiscutiblemente a la vida jachallera. Su primera dueña, Pastora Torres de Bravo, cedió gran parte de sus instalaciones para que funcionara allí la Escuela Normal de Jáchal. ‘La escuela había sido creada, pero no tenía edificio. Pese a tener muchos hijos, la señora Pastora Torres de Bravo, tuvo la generosidad de ceder gran parte de la casa para que pudieran empezar las clases allí. Así estuvo mucho tiempo, funcionando como escuela, por lo que muchas familias jachalleras tienen a esta casona señorial asociada a sus recuerdos de infancia y juventud‘, relató la historiadora Leonor Paredes de Scarso.

Fue justamente este dato el que hizo que hace algunos años atrás, cuando la Normal de Jáchal estaba a punto de cumplir 90 años, la casona de los Bravo fuera declarada Patrimonio Cultural Municipal. Para ello se tuvo en cuenta no sólo su valor arquitectónico, sino también la significación del lugar que le correspondió en la educación de generaciones de jachalleros y el hecho de que allí vivió quien fuera el segundo boticario del departamento, don Adán Torres.

Con el devenir de los años la casa fue pasando de mano en mano, pero siempre dentro de la misma familia. ‘Mi bisabuela Pastora tuvo 8 hijos y cuando falleció, la casa quedó para mi abuela Guillermina Bravo y dos de mis tías abuelas y más tarde, quedó en manos de mi padre‘, contó Eduardo del Sacramento.

La caída del techo en la que fuera la la habitación de la abuela de Eduardo, Guillermina Bravo, lo obligó a salir a buscar los medios para poder mantenerla. ‘Pese a ser Patrimonio Cultural, nunca recibimos ayuda de ningún tipo. La única forma que se me ocurrió para mantenerla y salvarla del deterioro fue darle un fin comercial, que nos permitiera hacer obras en los distintos ambientes‘, relató el dueño.

A pesar de las quejas de los jachalleros, que no quieren ver a la casona convertida en un bar multiespacio, Del Sacramento explicó que la estructura no fue modificada. ‘El único cambio importante que se hizo fue en la instalación eléctrica, que era demasiado vieja. Lo demás es sólo pintura y la puesta en valor de muebles que ya estaban, para poder aprovecharlos mejor‘, aseguró.

Según la descripción de Estela Márquez, especialista en Patrimonio Arquitectónico y una de las profesionales que coordina las obras en la Biblioteca Popular Sarmiento, de Jáchal, la casona de los Bravo es valiosa en todo sentido. ‘Es una típica casona jachallera, con tres patios. No es una casa chorizo, que son las más conocidas, sino una construcción señorial. El primer patio es el principal, de carácter social, mientras que el segundo es de carácter familiar y el último, el espacio destinado a la huerta‘, detalló. Agregó que se trata de una casa simétrica, con una puerta de ingreso central y alas a cada lado, donde se ubicaban las habitaciones de uso social y de uso privado. ‘Un detalle de mucho valor es que en la sala principal, existía una pintura al soplete, como las que se usaban en esa época. En el espacio privado, además de los dormitorios, existía un pequeño oratorio, muy común entre las familias de principios del siglo pasado y fines del anterior. En cuanto al último segmento de la casa, estaba conformado por las dependencias de servicio‘, señaló. Y remarcó que ‘el valor histórico de la casa radica en que, además de haber sido el primer edificio de la Escuela Normal de Jáchal, siempre estuvo habitada por personalidades de la educación y la cultura jachallera.

Al respecto, el dueño actual consideró que ‘sin lo que es hoy, no podríamos mantenerla. Hubiera sido muy triste que siguiera viniéndose abajo, y toda su historia hubiera quedado en la nada o en la memoria de los más viejos‘.