<b>Una "ventana” para seguir adelante</b>
Hasta hace algunos meses, el mundo de Deolinda se limitaba a sus seis hijos (por supuesto) más el trabajo de la crianza de cabras y chivos y la preparación del quesillo. En su puesto a la vera de la ruta 40, en Camarico, distante a 40 kilómetros de la plaza principal del departamento 25 de mayo y a más 70 del centro de San Juan, era imposible pensar en tecnología. Sin embargo, esta mujer de 41 años, que solamente pudo llegar a 4¦ grado de la primaria, es una experta informática que averigua el precio del alimento para sus animales por internet, hace los pedidos a sus proveedores por correo electrónico y hasta se entera "googleando” sobre las razas caprinas que podrían adaptarse a la zona donde vive ó recetas nuevas o más tradicionales para hacer queso de cabra. Todo eso es gracias a que fue una de las 800 participantes del programa Acceso a las Tics (Tecnologías de la Información y la Comunicación) que lleva adelante el Ministerio de la Producción desde 2008 destinados por lógica a que los miembros del sector productivo incorporen estos adelantos en sus labores cotidianas y sea una herramienta más para incorporarse al mercado. <br><br>
"Hace 9 años que tuve que volver a empezar de cero en mi vida. Tenía 5 niños y uno en la panza cuando mi exmarido me dejó. Sabía que no iba a ser fácil pero tampoco imposible. Entonces me puse a trabajar con lo que siempre había hecho: criar animales y venderlos. Y tuve suerte, me incorporé a un grupo de agricultores familiares que presentó un proyecto y nos dieron dinero para producir. Esos 3.500 pesos que recibí fueron el principio de mi cambio de vida. Con esa plata compré cabras y chivos. A los años volvió a tocarme la suerte. En una de las reuniones de la Asociación de Puesteros de El Encón, me enteré que algunos vecinos iban a empezar un curso de computación. Averigué un poco de qué se trataba y quise anotarme. La próxima clase sería a los 15 días, en el invierno del año pasado. Me acuerdo que ese sábado salí a la ruta a hacer dedo porque no tenía cómo llegar hasta el Centro Integrador Comunitario (CIC) de El Encón. Me fui en camión y me volví con los profesores. Tenía mucho miedo y muchos nervios. Yo no sabía ni cómo prender el botón de la máquina o qué tenía que hacer. Pero aprendí y me dí cuenta que no es imposible y que yo no soy tan torpe como pensaba”, cuenta en detalle Deolinda, a quien no la limitó el que sus hijos se le rieran cuando les contó su proyecto de estudiar informática o el tener que dejarlos todo el sábado con su abuela mientras ella tomaba clase desde las 9 a las 17. <br><br>
"Yo hice todo por ellos, para ayudarles en la escuela. Pero me di cuenta que la mayor beneficiaria fui yo: ahora quiero terminar la primaria y si se puede la secundaria también. La computación me abrió miles de puertas. Por eso con mis hijos estamos ahorrando para poder comprarnos una computadora e instalarla en el puesto”, asegura feliz, se le nota en la cara.