Los científicos que investigan la contaminación del mejillón dorado en las costas argentinas resultaron sorprendidos al descubrir que el molusco venía desde Asia en el agua del lastre que cargan los barcos para mantener el equilibrio durante la travesía. “Cuando se carga agua en el puerto de origen no hay control alguno por parte de las autoridades; luego, ese líquido se descarga cuando el barco pasa del océano al río, y de esta manera fue como los mejillones llegaron a la Argentina, convirtiéndose en una bioinvasión´´, explicaron. Se calcula que cada buque comercial transporta unas tres mil especies por día. Además, la bioinvasión crece porque el mejillón dorado no vive enterrado en la arena, sino que se adhiere a las rocas por medio de filamentos de enorme resistencia. Cuando no encuentra rocas, se fija en cualquier superficie dura, como troncos botellas, cascos de embarcaciones y tuberías.