El miedo a que la radiactividad de los reactores nucleares dañados en Japón pueda llegar a China ha disparado las ventas de sal yodada en varias ciudades del gigante asiático, donde muchos supermercados han agotado sus existencias.

En ciudades como Cantón (sur), Hangzhou, Nankín o Suzhou (este) las estanterías destinadas a este ingrediente se han vaciado, se han tenido que colgar carteles de "no hay sal", y la gente pasa horas recorriendo la ciudad en busca del ahora preciado alimento mineral, relataron a Efe vecinos de esas localidades.

Los compradores creen que el yodo contenido en la sal puede ayudarles a protegerse de un hipotético aumento de la radiación atmosférica, aunque también hay quien la adquiere por temor a que el mar a partir de ahora quede contaminado y la sal futura sea nociva para la salud, cuenta la agencia oficial Xinhua.

Dueños de supermercados de las ciudades afectadas por esta locura colectiva señalan que la gente suele llevarse siete u ocho bolsas de sal a sus casas, y un tendero de la ciudad de Jiangyin, en la provincia oriental de Jiangsu, contó que un matrimonio le había hecho un pedido de mil bolsas salinas.

"Uno de mis estudiantes ha recorrido toda la ciudad en busca de sal, pero no ha encontrado en ninguna tienda", relató a Efe un profesor estadounidense de la ciudad de Hangzhou, en la provincia suroriental china de Zhejiang.

Ante esta muestra de pánico, gobiernos provinciales y locales han emitido comunicados pidiendo a la población que deje de comprar sal masivamente, aunque también han garantizado que el suministro del ingrediente estará garantizado.

Mientras, los expertos aclaran que la sal no tiene efectos inmunizadores ante una hipotética llegada a China de la radiación de la central de Fukushima, ya que la cantidad de yodo que contiene la sal (unos 20 o 30 gramos por kilo) es mucho más pequeña de lo necesario en esos casos de emergencia.