En medio de la calle, había que agacharse para no darle un cabezazo a las farolas. Estaban tan vencidas que casi tocaban el suelo. A los costados, las fincas parecían emergidas de un tiroteo, y los ranchos de caña y barro también tenían aspecto de coladores. Viñedos devastados, viviendas a punto de caerse, postes de luz en el piso y árboles de gran porte arrancados de cuajo eran parte del paisaje de 25 de Mayo ayer, tras el temporal de viento, lluvia y granizo del sábado pasado. La prioridad fue restituir los servicios de agua potable y energía, interrumpidos por la cantidad de postes de luz caídos que además impedían el paso en muchas calles de la zona afectada. Sin embargo, desde Energía San Juan informaron al municipio que el servicio no se iba a poder restituir antes de hoy.
"Esto es un desastre, nos ha dejado en la calle", se lamentaba Griseldo Falcón mientras veía cómo en 20 minutos la lluvia, el granizo y el viento habían destruido las 40 hectáreas de uva para vinificar de la finca donde vive y trabaja. Una a una, revisaba la hojas agujereadas por la piedra y los racimos aún colgando de las cepas, pero casi reducidos a esqueletos. "No sirve nada, íbamos a cosechar el mes que viene", contó, a la vez que aseguró que en 20 años no vio nada igual. "Era un viento huracanado fuertísimo y el granizo era del tamaño de un huevo de gallina", señaló. Griseldo vive en la finca junto a su familia y todos coincidieron en que se asustaron mucho cuando el viento arrancó de cuajo toda una hilera de pinos, a escasos 10 metros de la casa.
No fue más favorable la situación de Norberto Castro, cuya vivienda quedó cubierta de hojas y ramas, como si hubiera estado en medio de un tornado. "Era de terror, hasta los vidrios de las ventanas estallaron", expresó Castro, y agradeció que el centenario aguaribay del patio de su casa, que partió un chañar y un ombú en su caída, no se derrumbara sobre la vivienda, sino sólo unos metros más allá. Hasta 35 pollitos que esta familia criaba en una pileta murieron por el golpe de las piedras de granizo. Pero las mayores pérdidas se dieron en las 60 hectáreas de uva para pasa que iba a ser cosechada la próxima semana, y en las 7 hectáreas de melón que habían cortado el viernes y estaba listo para empacar. "Aquí hay por lo menos 100.000 melones para tirar", decía Castro señalando los despojos de los melones golpeados por la piedra. "Nunca vi este desastre", se lamentaba.
Si bien no hubo destrucciones totales en viviendas, el panorama en las villas y asentamientos afectados era húmedo, endeble, peligroso y hasta perecedero. En la mayoría de los casos hubo autoevacuados que, por seguridad, se trasladaron hasta las casas de familiares o vecinos hasta que el Sol sanjuanino secara sus propias viviendas, que corrían mucho riesgo de caerse.
"Nunca he tenido la suerte de poder hacerme aunque sea una casa de adobe", decía Rosa Segura, quien a pesar del apellido, delataba en la mirada una incertidumbre de años golpeada, nuevamente, por las inclemencias climáticas. Al rancho de caña y barro que Rosa comparte con su esposo, su hija, su yerno y los nietos, le faltó muy poco para venirse abajo. Y ayer, los agujeros en las paredes hablaban por sí solos. "La piedra atravesaba las cañas, así que le dije a mi hija que se fuera con los niños a lo de la suegra, que tiene una casita mejor", contaba la mujer, con los pies hundidos en el barro.
En el mismo asentamiento, 200 metros más hacia el Este, la familia Echenique contaba casi la misma historia. Ellos tuvieron que apuntalar una pared de la vivienda de adobe que se rajó y quedó a medio caer. "Hace 40 años que vivimos acá, nunca hubo una tormenta como esta, pueda ser que ahora levanten las casas que hace tanto nos prometen", expresó Santiago Echenique, quien vive con su esposa, cinco hijos y seis nietos. Raquel, esposa de Santiago, contó apenada que "yo le dije a mi hija que se llevara los niños, y mi hijo que vive al lado también se fue, por las dudas, porque anoche se mojó todo. Nosotros nos tuvimos que quedar para cuidar nuestras poquitas cosas".
Otra de las familias afectadas fue la de Marcos y Paula Arancibia, que sufrieron filtraciones en toda la vivienda, que tiene techo de caña. La pieza que comparten con sus cinco hijos se inundó y el granizo entraba a la casa como dardos porque ni siquiera tienen ventanas. "Nos hemos llovido todo y los niños se asustaron mucho, está todo húmedo y tengo agujeros en todo el techo", se quejaba Paula, mientras dejaba ver la precariedad de su rancho azotado por la tormenta.