Roja. Impecable. Dentro de una bolsita de nailon azul. Guardada bajo siete llaves en una caja fuerte. Así está la toalla que secó las últimas gotas de sudor que derramó del Gitano sobre el escenario. El hombre abre la pesada puerta de hierro y Flavia, una de "las nenas", hace un esfuerzo por contener las lágrimas. "Esto no me puede estar pasando", dice la mujer mientras sostiene la toalla como si se tratase de un trozo de cristal inalcanzable. El panorama dura un par de minutos. Lo que puede demorar registrar fotográficamente el momento. Pero es suficiente para que la mendocina recuerde el momento el resto de su vida. Esta situación se dio en el santuario de la Difunta Correa, donde está guardada una toalla que perteneció a Sandro y que su esposa dejó allí a modo de agradecimiento por haber podido hacerse el doble trasplante. Fue unas semanas antes de la muerte del cantante. Y aunque no está exhibida a la vista del público, es el objeto que más atrae la atención.

Flavia Calderón es de Mendoza y fue hasta el santuario para ver la toalla. La mujer, fanática de Sandro, vive a tres cuadras del Hospital Italiano, que es donde el ídolo pasó los últimos días de vida. "Lloré tanto como ahora. No puedo creer que esté tocando algo que estuvo en sus manos", dijo la mujer mientras sostenía la toalla autografiada con marcador negro. Flavia no fue la única que la pidió ver, pero sí fue una de las poquísimas personas que tuvieron esa suerte. Nolberto Páez, que está encargado del predio de la Difunta Correa desde hace 34 años, contó que la mitad de los visitantes que llegan al lugar, lo primero que hacen es preguntar por la toalla.

"Tenemos que explicarles que no está en exposición porque no hay lugar. Cuando el museo esté listo tendrá un sitio de privilegio", dijo Nolberto. Así, la mayoría de la gente se contenta con escuchar la historia del paño en boca del cuidador.

Olga Garaventa, la esposa de Sandro, llevó la toalla a fines de diciembre del 2009. Fue en agradecimiento por haber conseguido los órganos para realizar el trasplante. Hizo un viaje relámpago que duró un par de horas. Olga estaba en Mendoza acompañando a su esposo y vino directo al santuario. Habló con el encargado de turno y le entregó la toalla. Ese mismo día la mujer se comprometió a volver a San Juan cuando se inaugure el museo de la Difunta Correa, cuya obra ya está levantada en un 90%.

La toalla está guardada como el más preciado de los tesoros de la Difunta Correa. "Causó tanto furor como en su momento sucedió con los guantes del Nicolino Locche", dijo Nolberto. Los guantes del boxeador también están bajo llave. Así, en medio de un cementerio de vestidos de novia que dejaron las promesantes y más de un millón de placas de agradecimiento pegadas hasta en las macetas del santuario, las historias de ambos ídolos se entretejen en el lugar pagano que más devoción causa en la provincia y en el país.

Nicolino "El Intocable" llevó sus guantes al santuario en el 2005, un par de semanas antes de morir. Similar a lo que sucedió con la toalla del Gitano. El peor enemigo del boxeador, campeón del mundo, fue el cigarrillo. Sandro murió por una afección respiratoria, luego de haber recibido un trasplante de corazón y pulmón. Ambos deslumbraron en el Luna Park. El primero, porque inventó la ficción en el boxeo, imponiendo un ritmo perfecto de los paisajes dibujados en el aire. El segundo, porque sedujo con su pelvis bamboleante, su bata roja y el cigarrillo eternamente pegado a sus dedos o a sus labios carnosos. Nicolino murió a los 66 años. Sandro, a los 64.