Tienen el dato fijo en sus mentes: si unen todas las campañas de expedición de su vida han pasado 3 años completos en medio del campo desenterrando fósiles. Siempre juntos. Se trata de Oscar Alcober y Ricardo Martínez, los dos paleontólogos más expertos de San Juan. Ellos contaron su historia y los entretelones de su profesión para conmemorar el Día del Paleontólogo, que se celebra hoy.

Aún eran estudiantes de Geología cuando se animaron a meterse en las entrañas de Ischigualasto. ‘Participamos en la campaña que realizó Paul Sereno -paleontólogo norteamericano-, en 1988.

Llegamos sin saber qué hacer y nos fuimos siendo expertos‘, cuenta Alcober. Es que ese viaje se transformó en el redescubrimiento de Ischigualasto. Rescataron unas 300 piezas fósiles y hallaron un cráneo y un esqueleto casi completo del Herrerasaurus, la primera especie encontrada años atrás en el parque. Pero, además, ese viaje sirvió para que los dos paleontólogos comprobaran que su unión, casi casual, no fue en vano.

Esa historia había comenzado un año antes. Martínez estaba adelantado en la carrera de Geología con respecto a Alcober y no se conocían. Hasta que viajaron a Tucumán para participar en un congreso. Alcober, quien ya trabajaba en el museo de Ciencias Naturales, debía ir al Instituto Lillo, que guarda fósiles de Ischigualasto, e invitó a Martínez. ‘Ricardo descubrió los fósiles vertebrados y se vino con un arsenal de trabajos sobre el tema.

En ese momento, él supo que iba a ser paleontólogo y yo, que había conseguido un compañero‘, contó Alcober.

En 1991 llegaría la segunda campaña con Sereno. En ese viaje encontraron el Eoraptor, el primer hallazgo del parque con impacto mediático mundial. A partir de ahí, ellos comenzaron a ser líderes en las campañas y realizaron 1 ó 2 trabajos de campo anuales en el Valle de la Luna, desde 1994 hasta 2004. Hoy tienen 20 años de expediciones en la espalda realizadas en San Juan, La Rioja y Mendoza. Para ellos, el campo es su segundo hogar.

Desde adentro

Los grupos con los que trabajan están formados por unas 30 personas, las expediciones duran entre un mes y 45 días y llegan a demandar jornadas de 14 horas de trabajo. Para realizar la búsqueda se separan. Duermen en carpas y su comida cotidiana son los fideos y el arroz, además de los enlatados.

El fogón es fundamental. Con él se alumbran, cocinan y es el centro de las charlas. ‘Lo que no aceptamos son las guitarras. Como estamos casi todo el día solos, lo mejor al final de la jornada es charlar‘, dice Martínez.

Las anécdotas de los días de campamento abundan, pero los paleontólogos no dudan que el mejor momento es el de los hallazgos. ‘Cuando encontramos algo, la ansiedad se siente fuerte y dura un buen tiempo, porque hay que seguir excavando para ver si es un hallazgo importante‘, cuenta Alcober.

La situación es tan extrema que también se vive momentos de tensión. El momento más dramático que vivieron fue cuando se perdió una voluntaria de Estados Unidos en Ischigualasto. Martínez comenta que ‘se hizo de noche y no llegaba. Salimos a buscarla, pero no estaba. Pensábamos que había muerto. La encontramos recién a las 10 del día siguiente, en una cueva‘.

Ellos mismos estuvieron a punto de pasar la noche perdidos y la intemperie. Cruzaron un cañón de Ischigualasto de unos 40 metros de profundidad y comenzaron a trabajar. Pero se hizo de noche y no llevaban linternas. Uno se agarró del brazo del otro y cruzaron a tientas sin siquiera verse las caras.

Después de tantos momentos vividos, Alcober y Martínez piensan volver a Ischigualasto a buscar especies pequeñas. Además, para asegurar la continuidad de su trabajo guían a alumnos de la universidad en sus tesis relacionadas con paleontología. Están convencidos que dejaron un legado riquísimo a la provincia: miles de fósiles que poseen un valor incalculable.