María Fernández mira la puerta de la flamante Terapia Intensiva del nuevo Hospital de Niños. Es casi media noche y espera el último parte médico del día. Le dicen que Jesús, su hijo de 2 años, está evolucionando. Eso le devuelve la sonrisa. Sin embargo, sabe que después de verlo durante media hora, deberá salir del edificio y buscar algún rincón del patio donde no se sienta tanto el frío, para poder pasar la noche. La mujer vive en El Encón, 25 de Mayo, y no puede volver a su casa cada día. Es por eso que tiene que dormir en el patio del hospital, porque en la sala de espera no está permitido y no hay un lugar destinado a los familiares de los niños que están en la terapia y que viven en zonas alejadas. Esta es una situación que María vive desde hace dos meses, que es el tiempo que lleva internado su hijo.

Jesús tiene una afección pulmonar grave. Pesa 5 kilos y tiene una desnutrición crónica, producto de la enfermedad que padece desde que nació. No es la primera vez que pasa por una terapia. La mujer tuvo un parto prematuro porque tuvo problemas en el embarazo. "El año pasado estuvo internado un par de meses, pero en el sector viejo. Allí había una pieza donde las mamás que vivíamos lejos podíamos usar. Incluso hasta nos prestaban el baño para higienizarnos", cuenta María. Pero las reglas de juego cambiaron desde que esta sección se mudó al edificio nuevo. Las mamás no tienen un lugar donde quedarse, tampoco hay un espacio para guardar sus bolsos y deben ir a la Terminal de Omnibus y pagar 7 pesos para bañarse en los sanitarios públicos.

Como si se tratase de un ritual que sigue noche tras noche, María baja del tercer piso, que es donde está la Terapia Intensiva Infantil. Extiende un toallón sobre un banco a la intemperie y se recuesta. A veces, cuando el presupuesto le da, o cuando se topa con otra mamá que está pasando la misma situación, se toma unos mates para calentar el cuerpo. Hasta se llevó una colcha para soportar las noches frescas. Aún así, la mujer cuenta que cada día que pasa, dormir sin más techo que las estrellas se está volviendo más complicado, porque se acerca el invierno. "Sé que mi hijo está bien atendido, y que este hospital es mejor que el otro. Pero no es fácil soportar tanto tiempo en estas condiciones. Tengo problemas en una pierna y cada tanto tienen que ponerme calmantes para soportar la noche", agrega María, que desde que Jesús está internado no volvió a El Encón, donde se encuentran sus otros 6 hijos.

Para este tipo de situaciones hay un refugio de Desarrollo Humano en pleno centro. Pero María prefiere no ir. "Me da miedo irme lejos, porque no sé si puedan necesitarme a media noche. Además no tengo dinero para movilizarme", dice la mujer, mientras se acomoda en uno de los bancos del patio interno del hospital.