Desde 2004 es la etapa reina de la Vuelta. Generó polémicas porque, antes, cuando se corría en el penúltimo día, dictaminaba quién sería el nuevo rey. Se la adelantó, se la puso entre semana, para dar mayores opciones de recuperación a quienes no son escaladores y perdían tiempo subiendo los 2.762 metros de altitud hasta su cima.
En sábado o miércoles, como penúltimo o intermedio esfuerzo, mantuvo su carácter decisivo. La ganan los más fuertes, pero es una tarea que difícilmente puedan coronar en solitario, necesitan de compañeros que los lleven en “sillita de oro” hasta lo más cerca de la cima. El ascenso es de 18 kilómetros, pero los últimos cuatro son los que cuentan y es allí donde quien quiera ganar la Vuelta deberá vaciarse en un esfuerzo descomunal.