Le gusta la velocidad y se define como un trotamundos. Su especialidad es la ingeniería aeronáutica, pero también tiene conocimientos de energía nuclear, ya que se formó en el Instituto Balseiro, en Bariloche. Ya cuenta los días para que el auto supersónico más veloz del mundo atraviese una porción del desierto sudafricano y rompa el récord mundial de velocidad. Se trata de Guillermo Araya, un ingeniero sanjuanino que hizo un doctorado en Estados Unidos, pero que ahora está en el país de Gales, en Europa. Integra el equipo que acaba de terminar el diseño aerodinámico del auto que alcanzará una velocidad de 1.600 km/h, es decir, casi el doble de la que alcanza un avión comercial y superando la velocidad del sonido, a nivel del mar. Lo que pretenden los científicos es romper un récord mundial, pero también incentivar a que los jóvenes estudien carreras que estén relacionadas con la ingeniería.

"El proyecto Blooddhound SSC" es el nombre del emprendimiento que comenzó a llevarse a cabo en el 2007, y del que está orgulloso de participar Araya. Se fue de Argentina cuando la crisis hacía estragos. "Perdí mi trabajo en el 2001, entonces decidí formarme fuera del país", contó Araya. Así, desembarcó en Estados Unidos, donde en la Universidad de Puerto Rico logró obtener una maestría y después un doctorado en Nueva York y un posdoctorado en Baltimore. Ni bien terminó de capacitarse, fue seleccionado desde Gales, para formar parte de de un equipo de investigadores en Swansea University, en Gales, Reino Unido. "No tenía intenciones de irme de Estados Unidos, pero cuando me contaron lo del auto supersónico, no pude negarme. Fue una idea que me atrajo y que sigue apasionándome", contó Araya.

Ya terminaron la etapa del diseño del auto y lo que harán ahora es fabricar el vehículo para probarlo en el desierto. El lugar que escogieron es una zona de Sudáfrica. La idea es que el auto esté andando en octubre del 2011, pero ya empezaron a buscar voluntarios para preparar el terreno de prueba, que tendrá una extensión de 18 kilómetros. "Si bien mi trabajo ya terminó, me encantaría ver la prueba. Es como ver un cohete desplazándose por la tierra", dijo el ingeniero, que ni bien terminó la secundaria en la Escuela de Comercio de la UNSJ, se dio cuenta que lo suyo eran los números. De ahí en más tuvo en claro que la rama de la aeronáutica iba a ser su elección, aunque también indagó en energía nuclear, conocimientos que piensa poner en práctica en su actual país de residencia. "Todavía no se me ocurrió volver. Pero no descarto volver a Argentina y poner en práctica mis conocimientos", agregó Araya.

Pero los números y la física no son lo único que le interesa. En su tiempo libre se dedica a entrenar, ya que forma parte de un equipo de atletismo que hay en la universidad en la que trabaja. "Correr es el mejor antídoto contra el estrés y la mejor manera de despejar la mente", dijo el sanjuanino.