Sentada en un piedra Noelia lloraba jurando que no daba más. Pero que iba a llegar a la cima aunque fuese gateando. Su grupo de amigos, en las mismas condiciones que ella, la alentaron a seguir adelante antes de que se le "enfriara" el cuerpo. Aún no habían hecho ni la mitad del camino. Dos horas más tarde llegaron a la cima para escuchar la palabra de Dios.

Ayer a las 02:00 madrugada comenzó la peregrinación a las Sierras Azules de Zonda en donde se celebró la Misa Pascual a 1.650 metros de altura. Como años anteriores, la concurrencia fue masiva. Aunque superó las expectativas de los organizadores que no esperaban a más de 5.000 fieles este año. Participaron del ascenso más de 6.000 personas de las cuales alrededor del 90 por ciento eran adolescentes y jóvenes. Pero que, pesar de la edad, también fueron víctimas del calor y del cansancio. Ninguno completó el ascenso sin tener que hacer tres o cuatro escalas, agobiados por la temperatura y los calambres. Algunos se quejaban de que ya no podían ni siquiera flexionar las rodillas ni levantar los pies. Otros amagaban con tirar las mochilas al precipicio porque no soportaban el peso. Los más precavidos, antes de comenzar con la travesía religiosa, buscaron en qué apoyarse. Cualquier pedazo de palo o caña vino bien para usar de bastón.

Un poco más problemático y agotador resultó el ascenso para unas cuantas personas mayores de 50 que, a pesar de tener que vendarse las rodillas o parar en los puestos de primeros auxilios para que les tomaran la presión, hicieron cumbre.

A las 05:30 hs el frío comenzó a hacerse sentir. Y la montaña comenzó a oler a jarilla. Cada grupo de familiares y de amigos hizo pequeñas fogatas con esta planta para mantenerse caliente. Otros, además, se envolvieron en frazadas y acolchados. Incluso los párrocos que se instalaron en medio de la montaña para recibir confesiones, debieron ponerse un gorro. Cada uno estuvo más de una hora y media confesando a los feligreses que formaron colas interminables.

A las 06:00 hs comenzó el show de fuegos artificiales que despertó el entusiasmo de todos los presentes que dejaron de lado el mate y el café para comenzar a cantar y a alabar a Dios.

Después de un buen rato cada uno recuperó la respiración y la resistencia muscular. Pero el tiempo de recuperación no fue tan extenso como hubiesen querido. A las 07:30 Monseñor Alfonso Delgado comenzó la Santa Misa. Una hora después comenzó el descenso de las Sierras Azules. Tan agotador como el ascenso. Pero mucho más peligroso. Una pendiente muy pronunciada provocó varias caídas, gracias a Dios, sin lesiones de consideración.